El resultado anhelado, con dramáticas formas para conseguirlo. Un partido loco para pelear y no para jugar. Con fiebre en los tableros tácticos por los continuos retoques y fiebre en las tribunas enloquecidas.
El peor trámite, alejado de las formas y el estilo del fútbol colombiano, para hombres rudos, con carácter, acostumbrados a jugar con la mente, la lengua y los pies. Con "tres pulmones", sin desfallecer. Sin toques sutiles repetidos a la pelota. Devorando kilómetros, para no dejarse intimidar.
Colombia, duro de matar.
Locura popular. Resultado estrecho, emocional, que pudo transformarse en goleada, de no ser por la falta de puntería a Matheus Uribe cuando Uruguay luchaba ya jugado. ¿ Qué dirá Santos Borré?
Derroche físico para un heroico triunfo.
Jugado con el alma, sin fútbol y con huevos. Para dominar el resultado y el partido.
Se sobrepuso Colombia a las adversidad que marcaron los caminos. Cuando estaba la igualdad no jugaba bien. Evolucionó en su juego tras el gol de de Lerma, con el sello que identifica la precisión de pase de James, influyente como siempre en el resultado.
Luego, desde el minuto uno del segundo tiempo, Lorenzo revolcó el libreto para defender la inferioridad numérica. ¿Dónde estaba la cabeza de Muñoz? Se equivocó al dejar a James y sacrificar a Arias. Luego corrigió.
El fútbol dulce del creativo no tenía cabida en el duelo planteado. Era, la cancha, un campo para combatientes.
El cambio del sistema de 4-3-2 a un ultradefensivo 5-3-1 evitó que la agonía fuera peor. El zarandeo propuesto por el rival no prosperó por el desespero de Uruguay.
Dos veces estuvo Matheus Uribe en soledad, al frente de la portería, cuando Sinisterra entró por Lucho Díaz para simplificar el juego, pero falló. ¿Qué dirá Borré?
Lucho, incómodo con sus tenencias largas, sus conducciones y sus aventuras atacantes, sin apoyos y en inferioridad. Más fajador que jugador. No paró de correr.
A Ríos lo traicionaron sus pisadas excesivas a la pelota, su fútbol en espacio reducido con exposición innecesaria a las patadas del rival. Jhon Arias, como en toda la Copa fue atleta de ida y vuelta sin exhibir su real calidad.
Jeferson Lerma, Dávinson Sánchez, Johan Mojica y en algunas ocasiones Camilo Vargas, se convirtieron en fundamentales guardianes del resultado, por su sobresaliente labor.
Se destacaron porque en Colombia prevalecieron las obligaciones defensivas en un duelo electrizante, por lo trascendente y emocional.
Colombia continúa con su viaje alucinante, sumando resultados y agigantando el invicto.
Para enfrentar ahora en la final a los argentinos, campeones del mundo y de la Copa América, acostumbrados a pavonearse ganadores, sin respeto a los rivales. En oportunidades a remolque de la Conmebol.
La imperfección de la belleza. Por el trámite del juego y el resultado. Bullicio en el estadio y las ciudades, hinchas colombianos con fiebre desbordada. El de Uruguay no es un partido para archivar y recordar. Es para celebrar.
Por el Once
Lemos a Rionegro. Regresa la próxima semana el renegado Billy Arce. ¿Se quedará? ¿lo dejarías? Cubides y Beltrán en la vitrina de prestamos. "El Ratón" Quiñones, quien nada a mostrado, ocho meses de incapacidad.
Llegaron Lucas Ríos y Jefry Zapata. Contreras con contrato, pero sigue en expectativa. Poco se le ve, aunque tiene habilidad. Barrios ya está. Si vuelve a ser el mismo de la liga USA puede ser novedad. Ya pelea Jesús Hernández un puesto como titular. Se buscan un central y un medio campista de marca. El lunes el reestreno ante Chicó.