Esto no se ve bien. Sin futbolistas, sin juego, sin alma. La misma dosis del semestre anterior, para aumentar la lista de los hinchas despechados, furibundos y estoicos.
Cuestión de guayos, de tatuajes, de cabellos pintados o de actitud.
Jugaba Arnulfo Valentierra con un guayo rojo y uno blanco. Desplegaba su talento con su pie izquierdo, de seda, con profunda huella en el Once Caldas.
Hace lo propio Billy Arce, el ecuatoriano, con sus botines de colores diferentes, pero con rendimiento discontinuo y en tantas ocasiones, inefectivo. Solo lucen su cabellera oxigenada, sus enredos con la pelota en el medio campo y sus dolores. De nuevo lesionado.
Con poca relevancia, como gran parte de los futbolistas en la nómina actual, que profundiza el desencanto del público por jugar al límite, inefectiva en la defensa, la creación y el ataque. La lupa puesta en el mercado, volvió a fallar, por lo visto hasta ahora.
Los jugadores contratados no agigantan las expectativas, por sus rendimientos discretos. No aflora en ellos la calidad anunciada y esperada.
Los técnicos le dieron validez a la elección de fichajes del presidente, hombre inseguro, malhumorado, sin oídos, dominado por los delirios de persecución, que ve enemigos por todas partes, que crea en su entorno una zona de conflicto.
Las fórmulas sin alma que se aprecian hoy, sin intérpretes para cambiar la historia, sin visión para modificar el rumbo, se limitan a salvar la categoría como único objetivo.
La relación con el balón es precaria. Abundan los pases defectuosos, los fallos en el control del balón y, el desespero lleva, a varios de los titulares, a atentar contra los principios básicos del juego, lo que caotiza el ambiente. Se vio en el recorrido de la pelota en el gol ante Águilas Doradas.
No existen las divisiones formativas, tan promocionadas como sofisma de distracción, urgidas de un revolcón hace tiempo.
En el fútbol actual, el que se practica, no se discute el espíritu de lucha pero no hay juego, no hay liderazgo.
En el campo jugadores sin trascendencia. Mera, Cifuentes, Roger Torres, Quiñones y Patiño, sin los requisitos para ser titulares, a no ser que tengan un drástico cambio en su rendimiento.
Es un cuadro de individualidades alternativas, como Cardona, decidido, impulsivo, agresivo y desordenado. O Riquet, atropellado, inseguro y limitado. Por eso la zozobra en zonas de seguridad cuando se acerca el balón.
El camino más corto hacia la victoria es jugar bien y el Once no lo hace. Por eso no concluyen las desventuras y aumenta el desaliento de los aficionados. Por eso se sigue explorando el mercado, con Deinner Quiñones y el uruguayo Facundo Ospitaleche, jugador libre, sin grandes expectativas, por el capricho de contratar siempre a costo cero.