Una cosa llevó a la otra. Dayro pensó en él y se olvidó del equipo. Su egocentrismo en la última jugada de ataque, que concluyó en error, dio vía libre al triunfo de Jaguares, con replica elaborada, cuando faltaban seis segundos para el cierre del partido. Impredecibles son el fútbol y los resultados.
No exagero. En la agonía, en plan de festejo del empate que por el trámite pudo ser victoria, fue como una puñalada en el pecho para los sufridos hinchas caldenses.
La grieta apareció cuando el Once defendía muy cerca de su portero Chaux, quien tuvo dos prodigiosas intervenciones a lo largo del duelo, después de un derroche grupal de energías y alternativas tácticas, que incluyeron el descarte del goleador Moreno y del creador Sherman Cárdenas, lo que le dio más dinámica al equipo.
Ocho veces, antes de Dayro, estuvo el blanco cerca del gol. Dos de Cubides, dos de Lemos, dos de Correa, una de Quiñones y una de García, a distancia, quemándole las manos al portero. Mucho García, a propósito, en el partido. La mejor versión del futbolista que todos esperan.
Movió el Once Caldas el sistema. Funcionó con cinco defensas, respaldados por tres mediocampistas de marca, todos con llegada, aunque sin claridad, en bloque denso y sólido que cerró líneas de pase y redujo el espacio en los intervalos defensivos.
Sintieron el desgaste los chicos por la intensidad del juego, con temperatura de 34 grados. Sus relevos nada aportaron. Artunduaga, Jiménez, Sherman y Dayro, no consolidaron el rendimiento, contrario a lo que se esperaba. Todos fallaron.
El partido fue el cierre de una semana intensa en el club.
Con mano fuerte, el presidente Castrillón sofocó la rebelión de algunos veteranos, empeñados en señalar a los entrenadores como responsables de la crisis. Desactivó una bomba. Lo hizo marcando su territorio y otorgándoles a los señalados la confianza en su trabajo, que se ve evolutivo, y en la conformación de la nómina para el torneo que se avecina.
En medio de la situación, Dayro, Sherman y los jóvenes futbolistas, se marginaron de la revuelta.
El mismo mal afecto a Maturana, Bodhert, Lara y Corredor a quienes se les incendió el camerino.
Tan peligrosa es una barra desbocada, como los jugadores empoderados. El poder de estos últimos está en la cancha, en su juego; el de los hinchas en las tribunas y el de los dirigentes en sus oficinas.
Continúa la angustiosa espera para el cierre del torneo. Es mucho el sufrimiento para los aficionados porque las victorias, a pesar de que se trabajen o se luchen, como en el último partido, siguen esquivas. La esperanza es que haya un mejor mañana. La desgracia en los tiempos de zozobra. El Once Caldas trabajo el resultado y se ahogó cuando llegó a la orilla.