Imposible esquivar la afrenta. Así provenga de un hombre necio, acostumbrado a manipular desde sus discursos, el fútbol chambón de su equipo.
Argumentar que el Once Caldas actual juega como el campeón de la Copa Libertadores en 2004, es un descaro, un exceso, un irrespeto.
Aquel equipo, a pesar de que Henao era héroe partido tras partido, jugaba a la pelota. Hacía tres, cuatro o cinco pases, previos a las maniobras de gol, porque era un fuerte colectivo, no tenía estrellas, con los jugadores comprometidos desde el liderazgo del profesor Montoya.
Confrontó con rivales de tanta categoría como Santos, Vélez, Sao Paulo, Barcelona y Boca. Hoy se rivaliza, con dudas y sufrimiento, ante Cortuluá, Jaguares, Envigado, Unión Magdalena, Pasto, Águilas y Pereira.
Mucha diferencia entre unos y otros.
Situación incomprensible para Corredor, de otra generación como continuamente lo recalca. No se percató , como los directivos actuales, sobre la imponencia de aquel logro, en aquellas bellas épocas.
Nunca lo vivieron... no saben lo qué representa y significa.
Sin dudas los seis puntos de los dos últimos partidos han permitido un salto significativo en la tabla, hasta el umbral de la clasificación, que está a un paso.
Ayuda de la Providencia Divina, como dice el entrenador y por partida doble. Ganarle a Nacional significa vencer al rival dos veces.
Es un milagro, inesperado. En ello se justifican los puntos frente a las pobres presentaciones. Con exaltación extrema de la pobreza en el juego, para justificarlo con imposturas, como homenaje a la mediocridad.
Esta vez, lo merecido es premiar con elogios a los jugadores que pusieron actitud, compromiso y pelearon cada pelota, cada minuto y cada centímetro. Lo que sin alegría en el rendimiento, parece un saldo estéril, que aumenta el escepticismo.
Está empeñado el Once Caldas, como ha ocurrido en los últimos años, en fabricar ilusiones para producir desencantos. A vestir de canas a los hinchas.
No juega ni a la pelota ni al fútbol.
En su caso considerada la situación extrema del presente, prohibido el pesimismo. La fe, es lo último que pierde un buen hincha. No retroceder ni rendirse es el lema, a pesar de que cada partido nos pone los pelos de punta.