Frente al Once Caldas, en ocasiones, me siento desesperado, inútil e impotente. Aplastante es la crisis, con presente lastimero, sin influencia de la directiva en la gestión necesaria para la reconstrucción del Club.
No son soluciones aisladas, las que se necesitan. Es un revolcón, con la incorporación de futbolistas productivos, determinantes, con peso en sus trayectorias, con clase y huevo, con juego y fútbol. Con la ideal relación costo- beneficio.
Sin embargo, no se ve en qué dirección van los dirigentes. No se hacen públicas las ideas, la voluntad del cambio o el liderazgo para salir del pozo, porque lo que actualmente se vive, es una historia ya sufrida, ya narrada, con las mismas miserables consecuencias por la carencia de estrategias innovadoras. El silencio es cómplice en el caos.
Se pide paciencia en las urgencias, para sobrellevar esta vida de circo con sus histerias, sus disturbios y amenazas, en la que el castigo al rendimiento y a la pobreza de los resultados, se convierte en perdón por aquello de los sentimientos que se reciclan y son innegociables.
Las pausas de fin de año, tan largas, expectantes y optimistas, no son aprovechadas. Siempre se convierten en el camino del dolor porque el sueño de los hinchas, de ver un mejor equipo, no se cumple. Lo hecho, siempre, es la negación a lo esperado.
Rastrear nuevos jugadores ha sido, en los últimos años, como escribir promesas en el agua o en el viento, porque los responsables no tienen ojos en la cancha, los tienen para el banco.
No se trata de saber o no de fútbol. Eso es impostura, que fabrica mentiras, fantasías y gradúa charlatanes. ¿Qué es saber de fútbol? Si quienes afirmamos que sabemos de fútbol…ni de fútbol sabemos.
Es tener la sensatez de asesorarse, de mirar sin prisas, pero con aciertos las incorporaciones, de darle mejor vida interior al club, para vacunar con ello el mundo escéptico del entorno. Para convocar con razones el apoyo.
Está demostrado que abonarse, sin ver la transformación del Club, que aliente otras expectativas, equivale, con sus riesgos, a escupir para arriba…Y “quien para arriba escupe, a la cara le cae.”
Permítanme mis dudas. En ocasiones pienso que, ante el peligro de perder la categoría, historia ya narrada y película ya vivida, llenas de zozobras, no se aceleran los correctivos. Si no fue esta vez, de seguir así, quizás sea mañana.
Futbolistas dispersos, hay por todas partes. No solo pueden ser elegidos, los que con malicia arriman algunos empresarios. Lo son también aquellos que terminan sus contratos, que quieren otros rumbos, que regresan de sus aventuras extranjeras, que asoman la cabeza desde la categoría B, los procedentes de otros países sin alto rango futbolero, o que se forman en la despensa de las divisiones inferiores, con irresistibles condiciones.
Pero el fútbol es como las elecciones de los gobernantes, me lo enseñaron hace poco: político pobre… pobre político. Dirigente con plata y sin ideas, pobre dirigente.