En el último partido un caótico control de un experimentado jugador, Torijano, hoy a la deriva, volvió a malograr el plan de paz interior que con resultados quiere imponer el técnico Pedro Sarmiento. Desbarató el entramado táctico aceitado durante la semana.
Acudieron las redes de apoyo como en las catástrofes, al salvataje; duplicaron los futbolistas el esfuerzo en cancha grande, que tanto favoreció a Sherman Cárdenas para su mejor presentación, convertido en la figura del partido.
El técnico no agachó la cabeza, no se dejó devorar por los problemas ni se doblegó ante las emociones. Tiene experiencia. Buscó soluciones y, en desventaja numérica, trabajó por el empate y el triunfo que pudo llegar en aquellos contraataques bien trazados, mal resueltos, ante la defensa desnuda del rival, o en los disparos fulminantes que detuvo el portero Parra, figura del Envigado experimental.
El Once no jugó con 10, no señores. Jugó con nueve porque Dayro Moreno no ofrece las mismas sensaciones que cargan las expectativas. Su fútbol no aparece, prisionero de sus desmanes. Es una caricatura de sí mismo. Ya no embiste. ¿volverá a hacerlo?
El Once, mandón sobre la pelota, no encontró el oxígeno del gol. Pero exhibió el mejor camino con el toque medular, relacionando líneas, interpretando una versión distinta con su juego, la que pudo otorgarle un mejor resultado.
En la situación actual, un punto como visitante se valora. Sobre todo, si actúa condicionado por la inferioridad numérica. Si los planes se refrescan con chicos de la cantera. Si se elevan, asociados, los rendimientos de algunos jugadores. Si se mantiene la valla en cero. Si hay más balón y más juego.
No siempre se juega en el futbol, también se empuja. Por eso el elogio a Correa, a Quiñones, así pierda por momentos la cabeza; a Jiménez, al Luis Pérez del segundo tiempo y a los chicos Mateus y Araujo que ofrecen gratas expectativas.