Como debía ser: el gol del récord... un golazo. Desbordado su autor, Dayro Moreno, con arrebatos entusiastas, asociados con el júbilo en las tribunas, que lo dejaron obnubilado, sin fuerzas, el resto del partido.
Galván, el histórico, activo protagonista en la celebración en segundo plano, con un fugaz abrazo, tras la entrega de la camiseta conmemorativa.
La anotación que enloqueció a los hinchas, tuvo origen en una perfecta descarga corta del alentoso Arce, a Cuesta, quien lanzó un preciso centro, bien ejecutado, a media altura que, con volea de perfectos movimientos, remató Moreno, al mejor estilo de Galván Rey cuando era el artillero del plantel.
Dayro demostró que, sin fecha de caducidad, mantiene intacta su condición goleadora, aunque se desvanece su influencia en el rendimiento colectivo.
Después del gol, las predicciones de triunfo para al Once Caldas fueron halagadoras, pero al paso del tiempo, el rendimiento fue distinto. Mucho le costó anotar a pesar del dominio en inmediaciones del área contraria.
El Blanco se auto anuló, por sus errores en los pases, especialmente en el tercio de ataque, y por la irregularidad de algunos futbolistas que nunca justificaron su alineación.
Por eso, cuidado en las celebraciones con excesos, para enmascarar los malos momentos que el Once todavía tiene en los partidos. El objetivo colectivo es otro y se está logrando: puntos y puntos para huirle al descenso y garantizar la clasificación, pero tareas pendientes hay para consolidarse en la mejoría.
Explicaciones debe Hernán Herrera, más coherentes que sus anuncios sobre futuras contrataciones, que utiliza como falso aliciente ante la afición. O, como su explosión demagógica, al solicitar a Dayro en la Selección. Por su condición futbolera, el delantero puede pedir pista. Está en su derecho. Pero su juego no es colectivo y su rendimiento es discontinuo.
No es claro su respaldo a los borrachos, para justificar a su goleador, a pesar de que a Dayro, por su afecto a las parrandas, ha amenazado con borrarlo, como pretendieron hacerlo los anteriores entrenadores.
Bodhert quien lo aceptó de mala gana, Corredor y Pedro Sarmiento, pensaron igual.
No deja en claro Herrera, su insistencia con Lemos, ni explica el infortunado sacrificio de Araujo. Lo expuso ante el público a siete minutos del intermedio y fracasó en la búsqueda de soluciones con Mera su relevo, y con Patiño, de discreto aporte defensivo. En evidencia quedó porque alineó mal.
Luego pidió apoyo de la prensa, a la que en ocasiones maltrata con indiferencia e irrespeto.
Lenta y pasiva fue la marca, en el gol del empate, con evidentes fallos de concepto que ni Herrera, ni sus asistentes entendieron, lo que con un grito se pudo corregir.
A Gritos, a propósito, estuvo el banco de emergentes, ante la prevención contra Ariza el árbitro, quien omitió una pena máxima a favor, con antecedentes que vienen de un partido anterior ante Bucaramanga. ¡Ojo con él! Hasta al utilero le dio por insultar. “Zapatero a tus zapatos”.
El gol del triunfo llegó después de los consabidos titubeos defensivos que afronta Riquet revolcándose y pidiendo ambulancia a cada roce, cuando Cubides carreteaba por la pista, a la espera de ingresar como relevo de Beltrán, autor de su primer gol como profesional, sin relevancia, por lo ocurrido con el registro histórico.
Bajó el partido la tensión, se atemperaron los ánimos calientes por momentos, se le dio manejo racional a la pelota y sin sustos en el trámite, el Once Acumuló su cuarta victoria en línea lo que se debe celebrar y resaltar.