Que las dos estrellas del mercado, Dayro y Sherman, estén relegadas, una en el banco de relevos y otra inutilizada, en conflicto con el gol, no es buen síntoma.
La caída del estado de ánimo del Once Caldas, solo tiene explicación en las tramas secretas del club que han acolitado hasta la exasperación, el manejo técnico. El presidente quiere un cambio. La junta lo niega.
No hay estímulos para el hincha que ve como se marchitan las ilusiones.
El miedo de los futbolistas a equivocarse es evidente. La incertidumbre del entrenador se traslada a los jugadores que se ven rígidos, libreteados, cautelosos, hasta hacerse intrascendentes e invisibles, aunque, como son profesionales, no perturban la paz del vestuario.
La motivación siempre amplifica el talento y los nervios lo inactivan.
Ni goles, ni el balón como prioridad. Solo Sherman combina hacia delante, conecta bloques y busca a los delanteros. En el segundo tiempo, ante el discreto Cali, fue el más activo, con 14 acciones de ataque, dos de ellas con posibilidad de gol como asistente, en la búsqueda de Dayro Moreno.
Brilla Chaux, el portero, lo que demuestra que las distintas líneas, sin la pelota, no funcionan.
Delanteros aislados e improductivos. No hay trámite de medio campo que de crédito al futbol creativo. Poca llegada tiene los volantes, dueños del esfuerzo como Celis, pero disociados del juego.
Alejo García se diluye lentamente, porque corre sin parar y juega sin pensar. Otro talento malogrado. No tiene, en estos tiempos, empatía con “el cuero”.
Como improductivos son los laterales al ataque.
La posesión con 10, 11 o 12 toques de los defensores es lenta y anunciada, lo que ofrece un dominio falso… un espejismo.
El Once no tiene gambeteadores atrevidos, ni traslados que atraigan defensas y verticalicen el juego. Ni amplitud ni profundidad.
Tantos futbolistas fuera de forma. ¿Cuántos balones perdió Pajoy y cuantas veces se enredó Lemus?
Acorralado por la tabla y sus errores está el blanco.
Hay deseos, hay un camino, pero no hay un guía. Es suficiente la nómina para evitar el papelón y mejorar el rendimiento y los resultados, pero la terquedad envenena el proyecto.
Pregunta: ¿cómo, y a qué, juega Gallardo? Y ¿qué pretende Corredor con él?