La jugada maestra no fue solo firmar la salida del entrenador. Fue el estratégico comunicado en la antesala de su despido, para detener la tremebunda reacción de los hinchas, cuando la masa popular se movía sin freno, indignada.
Por fortuna era en la calle donde no se paga derecho de admisión y se habla y se protesta libremente.
Fue el cierre de un ciclo problemático, controvertido, que, por fortuna, ya es historia. El primero de los tantos que origina el Once Caldas, desde su interior, en un empeño extraño por autodestruirse.
Pero no es el único paso necesario para sofocar la crisis.
Llega la hora del aporte decidido de los jugadores, de reanimar el vestuario, de adaptarse con decisión a los tiempos con zozobra, con el compromiso de salir del fango de la tabla, con resultados convincentes. La hora de la capacidad individual y el compromiso colectivo.
La hora de Dayro. Que sea la estrella como goleador y no una caricatura de sí mismo, con sus carreras sin freno y sus reproches de estrella incomprendida, negado ante el gol.
De Sherman y su talento activo y no escondido entre líneas, en astuta maniobra para eludir problemas. De los veteranos, para demostrar con rendimiento las razones por las cuales fueron contratados.
Llega la hora de la responsabilidad, y no la de las justificaciones, o el disfraz de los conflictos, en el ¡sálvese quien pueda!
Llega la hora de los directivos en la elección del nuevo entrenador. El mejor, el indicado, con experiencia para sofocar los malos momentos, sin secretismo o labia desbocada, con trabajo calificado y no el más barato o el mejor apadrinado.
Se aprende de los errores, frase manida, pero no desactualizada, los que en el Once han sido muchos. Como darles poder a las barras, en la toma de decisiones, lo que le quita autonomía al manejo. Dorti, el gerente, lo entiende porque está en ello.
En las barras populares están el fervor, la pasión y el aguante, pero también allí se esconden las mentes perversas que amenazan, que deshonran la ciudad que todos defendemos como la más cívica y "el mejor vividero del mundo".
El amor de nuestras vidas futboleras es el Once Caldas. Por eso la necesidad, entre los periodistas, de no mentir, de no especular, ni de azotar a directivos, entrenadores o jugadores, desde los conflictos personales. De no vomitar odio porque algún tema no place, disfrazados de líderes informativos.
Llega la hora del trabajo profesional con las divisiones menores. Sin descartar talentos como Johan Torres, el mediocampista con el que va a llenar sus arcas Santa Fe, figura de la selección Colombia, que descartaron los entrenadores del Once Caldas, hace dos años.
La hora de la verdad.