En el fútbol negocio que predomina en la actualidad, con perjuicio al espectáculo, el balón no es un instrumento para la alegría. Pocos son los futbolistas que entienden los deseos del público que valora el rendimiento y los resultados.
En el caso del Once Caldas, en alguna parte de su corazón, el aficionado tiene y atesora una expectativa, a pesar del escepticismo que acompaña, por los irregulares resultados.
Se percibe a horas de jugar contra el Pereira.
La rivalidad no decae por ser un partido distinto que, aunque no tiene las características pasionales del pasado, crea ambiente por las opciones que dan los pronósticos, por lo inciertos que son los resultados.
El aficionado no negocia sus ilusiones, tan golpeadas en los últimos torneos, especialmente en el reciente partido ante Jaguares, que produjo un desencanto profundo.
Aquella vez, el Once volvió a dar señales inequívocas de su baja calidad como equipo. Está mal armado. No rebosa la técnica en sus jugadores, varios del montón, con el amparo, para algunos, de su entusiasmo para justificar sus nerviosas actuaciones, o el respaldo del técnico que insiste en alinearlos.
No se sabe si ve en ellos las cualidades que el público y los periodistas desconocen, o tiene la insensatez propia de tantos entrenadores, caprichosos y obstinados.
El fútbol no es difícil y, "si se hace la sencilla", jugarlo es fácil. Pero hacer la fácil es difícil, por la tendencia de los jugadores y su cuerpo técnico, a tomar los caminos equivocados con decisiones erradas.
Tan importante en el fútbol como en la vida es el sentido común, tan valioso a la hora de jugar, como el respeto entre los jugadores, con correcciones sin insultos, frente a los errores cometidos.
Como lo son los ritmos sostenidos, las individualidades influyentes, los respaldos colectivos con o sin el balón, la concentración, y sobre todo la existencia de un libreto de avanzada, influyente, que saque el máximo de los jugadores convocados.
La mayoría de los goles recibidos por el Once Caldas han sido consecuencia de inconsistencias defensivas, con errores grupales o individuales. Con un portero que ha evitado males mayores. Aunque se conocen las debilidades técnicas de sus componentes, especialmente los centrales, abruma ver futbolistas sin compromiso, alejados de las jugadas, viviendo en otros mundos, mientras el equipo es vapuleado, o pensando en sus satisfacciones personales, en perjuicio del Club que los necesita.
En las circunstancias actuales, especialmente ante el Pereira, el amor propio es la expectativa. No hay otra alternativa. Que el público juegue con fervor su partido, como estímulo a los jugadores, para sacarlos de la monotonía mediocre con que juegan.
Que cada uno de ellos, los futbolistas, entienda que al club no se llega a turistear o a disfrutar las noches. Es jugar, como los aficionados quieren. Lo otro, el dinero y los placeres, llegan por añadidura.