El Once Caldas parecía en shock, aturdido, mareado con el gol en contra. Andaba a la deriva, alejado de las formas que lo identifican.
Atento Hernán Darío Herrera, el técnico, con entendimiento pleno de lo que ocurría, metió la mano con relevos y salvó el punto. Apareció la habilidad de Lucas Ríos en el golpeo con efecto, que encontró en el camino a Michael Barrios, un chico entre gigantes, sabueso, siempre en el lugar indicado en el área para distraer marcas y convertir con fulminante remate.
Todo sucedió muy rápido.
Seis minutos antes, en el 70, Léider Riascos como una exhalación, mientras los recuperadores del Once le hacían calle de honor, rompió líneas y fusiló a James Aguirre. Reafirmó lo anterior que esta vez no fue buena la tarea defensiva.
Fue un juego parejo, sin dominador claro, con alternancia de acciones ofensivas y errores defensivos. Prevaleció la Equidad en muchos pasajes, sobre todo en el medio campo, por las luces creativas de sus futbolistas.
Elan Ricardo, Juan Ceballos y Felipe Acosta sobresalían en la tarea. Como también Alejo García, en el Once, mientras le duró el combustible.
Finos todos en la progresión con toques, aunque al manizaleño lo afectaron los largos traslados con el balón cuando los encontró como alternativa y cuando su equipo "peloteó" como receta.
Cotejo con asperezas, físico, una especie de lucha y juego, crispante, con rivalidad manifiesta en todos los sectores del campo, especialmente en el banco de los técnicos, donde Alexis García se vio fuera de sí, descompuesto, repartiendo insultos.
El local buscó el gol del triunfo hasta el último minuto. A punto estuvo de lograrlo con Andrés Correa, cuando cazó un balón en el área y buscó el palo opuesto del portero blanco, quien boquiabierto y sorprendido, vio el paso de la pelota rozando la portería.
Fue la antesala del desorden.
Explotó la gresca. Fieras hambrientas fueron varios futbolistas, como zanjando viejas rencillas, algo ya común en el fútbol colombiano.
Excitación tremenda, sin control emocional, provocada por Léiner Escalante, veterano, curtido en simulaciones y provocaciones, quien hacía poco había ingresado al partido. Parecía con esa función premeditada y específica.
"Berreando" se marchó expulsado, con "cara de yo no fui", regañado, porque “fue por lana y salió trasquilado”.
Mal en el conflicto se apreció James Aguirre. Como nunca se había visto. Con liderazgo agresivo que pudo costarle caro.
Final feliz, con la igualdad buscada. Poco el fútbol exhibido. Pero intacto el derroche físico. El punto, un botín, el esperado y trabajado.
P.D.: No sé si notaron que no hubo referencias a Dayro en este escrito. Poco hizo. Mientras Jesús Hernández, su relevo, mostró una cara positiva.