Dayro soñaba con un gol, a cobro de falta, en lo que no es especialista. Jugada preparada, a un toque, con Mateo García al remate. El banco técnico cambió la estructura de la jugada, para darle protagonismo a Luis Palacios, con movimiento alternativo.
Extendió la defensa de Nacional y luego, con habilitación precisa puso a Iván Rojas de cara a la portería. Controló este con el pie lejano y dinamitó con el cercano, para la apertura de un resultado maravilloso.
Rojas un obrero vestido de esmoquin como todo el equipo para iluminar la tarde. Luego la influencia, siempre esperada, de Alejo García (ya sin Lemos quien mal le hablaba al oído, con influencia negativa) para convertirse en figura.
Protagonizó con Dayro una jugada excepcional que terminó en fulminante anotación, en la agonía del período inicial, cuando al artillero mejoraba, porque ya no regañaba ni discutía.
A esa altura, jugaba para el equipo y no para él, consciente de la competencia alrededor. A punto estuvo de celebrar un gol en globo, maravilloso, inesperado, que rechazó el madero.
Dieron los directivos en la tecla, con Tulio Castrillón a la cabeza. Armaron un equipo hiperactivo, confiable, ganador, con arranque firme en el torneo.
De esa manera derrotaron a sus críticos: con fútbol.
Fue reconfortante ver el triunfo ante Nacional, llevándolo a un mediocre rendimiento. Malos perdedores los verdes, especialmente el entrenador Repetto, quien extrajo un manual ridículo de justificaciones. "Estaban cansados".
Victoria justa y bien lograda, en la que el técnico Herrera acertó en todas sus variantes, decidió con claridad estratégica y demostró que, al paso de las fechas, va encontrando la idea de juego buscada, los intérpretes y la versatilidad del módulo elegido.
Alejo García fue la figura. El fútbol progresó cuando el balón llegó a sus pies. Por fin en el puesto adecuado, detrás del 9, con ritmó, pausas y aceleraciones. Algo de continuidad en su rendimiento aún le falta, como a su equipo, pero está en plan de madurez.
A su lado brillaron Mateo García, dinámico en la construcción y en la recuperación, una fiera en los marcajes, con Iván Rojas como su escudero y el respaldo de los defensores, con pocas vacilaciones, las que sofocó James Aguirre, el portero.
Se afirmó Michael Barrios, entró bien Robert Mejía (mejor que Campuzano, un patadura provocador) y, en general, los relevos del entrenador, incluso el esperado Lucas Ríos, a quien la altura le ha golpeado.
El Once jugó con el esfuerzo al límite. Condujo al rival al desconcierto. Lo presionó en el medio campo, elaboró desde el fondo y peloteó, como alternativa, cuando manejaba el resultado.
Cedió el balón, se alejó de la portería de Nacional, con ataques aislados, pero logró el triunfo que la gente deseaba.
Ninguno se borró, todos se fajaron. Cuando faltó el fútbol rebosaron las ganas. Emocionante el saldo y el trámite. Publicitados por sus repercusiones el liderato y el invicto, que tiene el ambiente en la ciudad y entre los hinchas, patas arriba y con razón…en total expectativa y madurez en la celebración. La Liga apenas comienza y hay mucho trecho por correr y partidos por jugar. La expectativa es creciente, pero no aliado el conformismo ni el elogio justificado.