Si el fútbol lo permitiera, no dudaría en canjear el gol de penalti conseguido por Dayro, para hacerle justicia al partido, por el anulado que fue de reconocida preparación y ejecución, con la misma autoría.
Este último fue una obra de arte, con técnica asociada, que terminó con pase excepcional de Cuesta y un fulminante cabezazo del máximo artillero. Cosas del reglamento, para la jugada de la polémica por su anulación.
Correcto el árbitro al declarar impropia la acción, por la imprudente marca de Patiño, con sujeción al rival, siete toques antes de que Dayro clavara la pelota en la red.
Fue, ante Envigado, un partido monótono, sin grandes emociones, poco ataque, con hechos anormales.
Entre ellos el balón que al pasar por un lado del parante izquierdo del golero Parra, encontró una perforación en la malla, que la ilusión óptica convirtió, para muchos, en gol. El árbitro no se inmuto y nunca miro la irregularidad en la portería.
Un penalti en el que malicioso y pantallero el guardameta de Envigado, se negaba a intervenir, lo que llevo a Aguirre, de sobresaliente lance, a ofrecerse, en medio de las bromas, para neutralizar a Dayro quien, al final del episodio, en toque con desplante, anotó.
Se sintió la ausencia de Michael Barrios. Joel Contreras se ratificó como un gambeteador continuo, pero con brillo individual, improductivo en la mayoría de las ocasiones.
Mateo García volvió a ser el titán del medio campo, Luis Palacio, jugo para el rival y no para su equipo. Cuesta mejoró sus asistencias en ataque. Cardona, se afirmó en el bloque defensivo al igual que Alejandro Garcia, en el medio terreno.
Se ve en paz el equipo, con vida serena en su vestuario. Destacada es su cohesión en el juego a través de la técnica, con velocidad de pases y trabajo grupal en las acciones colectivas.
Dentro y fuera del camerino el trabajo del presidente Castrillón, del técnico Herrera, sus asistentes y los jugadores, merecen un reconocimiento.
No pierde de vista los objetivos, tiene clara las convicciones, mientras se activa el análisis riguroso de los periodistas de otras ciudades, para encontrar la razón del éxito de un equipo salido de profunda crisis. Sin excluir la mordacidad de comentarios superficiales.
El Once es hoy una manera de ser y sentir del pueblo que le sigue, por la humildad y su espíritu colectivo.