A pesar de su alentador fichaje, la confianza que transmiten y las sonrisas optimistas al comienzo de la tarea, Pedro Sarmiento, su asesor Herrera y su PF Chaverra, enfrentan un proceso complicado, para mitigar la crisis en el Once Caldas.
Para empezar, deben darle vida al vestuario y con ello elevar el nivel competitivo y el compromiso colectivo, sin descuidar el fortalecimiento de principios tanto defensivos como ofensivos, con el impulso de una idea de juego adaptada a los jugadores, que satisfaga al público.
Hombres experimentados, los concuñados Sarmiento y Herrera, con destacada historia como entrenadores y jugadores, acostumbrados a campeonar y a ser despedidos, a enfrentar conflictos, a manejar estrellas y a sobrevivir en crisis, deben ejecutar sus planes con velocidad como las circunstancias lo indican para aumentar el clima emocional en las gradas.
En su diagnóstico inicial deben identificar los problemas deportivos, porque el único culpable de lo ocurrido recientemente, no fue el entrenador despedido. Parte de la responsabilidad recae en los futbolistas.
El Once es un equipo sin ritmo, cansino, sin intensidad, de recorridos cortos, con poco ataque, indefinido en el medio campo, con fragilidad en la ofensiva y deficiencia en la combinación de juego a través de trazos técnicos, como lo hacía Herrera cuando era una estrella.
Tampoco "mete huevo a la competencia", como acostumbraba Sarmiento cuando era un aguerrido campeón, como mediocampista, con voracidad sin límite en las marcas.
Los futbolistas del Once, perdieron la confianza. Cada quien, en un mundo desconectado, carente de ideas en el juego, distante del buen manejo de la pelota.
Hasta ahora, la vieja guardia empuja, pero no juega ni se hace sentir en el rendimiento colectivo, exceptuando, en ocasiones, a Correa.
Algunos veteranos, tan jugados, ni empujan ni juegan y se esconden. Dayro, el referente, además de lo anterior, estéril ante el gol, en jugadas en movimiento, hace partícipes a sus compañeros de sus desgracias. Discute hasta con su sombra.
La llegada de Pedro y su corte, no representa la aparición de un mesías.
El compromiso es colectivo como lo desea la dirigencia, que retrasó la decisión, para descartar recomendados que no ofrecían garantías.
El voto de confianza a Soto, que regresó a sus labores en los juveniles, es importante. Buenos resultados en su corta gestión, aunque el rendimiento del equipo, por lo bajo, se mantuvo. Está en el camino del progreso.
¿Será que algún día se reconocen y extirpan las manzanas podridas que influyen desde las sombras y desaparecen las broncas personales en las relaciones?