La cosecha de resultados pone al Once Caldas en inmejorables posibilidades, a dos puntos de la cima, a dos de la clasificación a cuartos de final, desplazando temporalmente la zozobra por la inexistencia de conexión entre los números y la forma de jugar.
Con poco fútbol, que evidenció mejoría en el segundo tiempo, con ataque improductivo y mucho huevo, pudo ganar el partido, pero no se atrevió.
El Cali, rival incisivo en la primera mitad, que convirtió al guardameta Chaux en figura, se transformó en equipo inexpresivo, caminador, sin el encanto del juego que hace un tiempo lo catapultó al título.
Por eso el Once pasó de dominado a dominador. No necesitó para ello la intensidad de la presión. Rodó mejor con la pelota en zona media, para darle solidez a sus restantes líneas, especialmente la defensiva donde impecable fue el rendimiento.
"Si no puedes ganar, o no quieres, asegúrate de no perder".
El fútbol del Once Caldas, cuando mejor anduvo, fue simple, sin adornos, el colectivo funcionó, con parsimonia en el trámite hasta el balcón del área, donde Edward López, cada vez que tuvo el gol a disposición, pifió.
Se le "enredó la cadena", tardó en sus movimientos o su golpeo a gol fue defectuoso.
El penalti, fruto del azar, en momento oportuno, lo redimió por su impecable ejecución.
Corredor, movió bien sus fichas. Entendió, por fin, que con Gallardo se juega con diez. Con Marlon Piedrahíta en el campo, quien acusó inexactitudes de pase en algunas ocasiones, mejoró Juan Rodríguez y se consolidó Alejandro García, quien fecha a fecha gana vuelo como creador y pasador. Tres “ sombreros” con su sello, fueron una deleite para el espectador.
El saldo en los últimos partidos deja en evidencia la importancia del debate sobre jugar bien o no. Y el valor de justificarlo con razones y no con salidas en falso, especialmente cuando el técnico se cree protagonista de un reality show.
Enmascarar el mal juego con los resultados, tiene fecha de caducidad. No es larga la vida de quienes lo predican, pasando por alto la importancia del trámite, como espectáculo. Es lo que le da fuerza interior a la afición.
Estrecho el torneo, a empujones se lucha por clasificar, con el desencanto arbitral que mete mano, la influencia creciente del VAR, con partidos emocionantes por lo intensos, sin calidad, predominantes los miedos, porque la tendencia general con excepciones es, como en el Once Caldas, no perder.