En el Once Caldas ya no hay tiempo de llorar. Terminó la "horrible noche". El año futbolero, por la zozobra, fue una eternidad y como siempre ocurre, aunque simpática no es la ineptitud, entre críticas y rechazos afloran de nuevo la expectativa por el cambio y la renovación.
A pesar del silencio de los directivos, lo que le da fecundidad al chisme, a los murmullos y a la desinformación, una visión actualizada deja entrever la intención de transformar el Club, para hacerlo mejor.
Para empezar, lo que no parece relevante en su rendimiento deportivo, pero sí para su renovación, la empresa naciente de Dayro Moreno remodela la finca, mientras se acerca al récord goleador. Tareas que alterna con parrandas, en cada fiesta del calendario. La última, el día de las brujas. Dicen, quienes asistieron, que fue larga y sensacional.
Confieso que sus borracheras o su sueldo, poco me importan. Interesan su función goleadora y su influencia en el rendimiento colectivo, que le permitan al Once una mejor vida.
Dayro es punta de lanza en la proyección de un nuevo equipo, cuyo diseño se estudia a puerta cerrada entre directivos y cuerpo técnico del club, en medio de especulaciones y mentiras, en tertulias futboleras.
El Once busca ocho jugadores, en posiciones claves, para volver, después de tantos años, a ser competitivo y a recuperar el crédito entre la afición.
Tres delanteros, un mediocampista central, un portero, dos laterales defensivos, y, aunque no se ve como prioridad, un central. En la larga lista de opcionados hay extranjeros.
Esto alegra el oído de los hinchas, pero también lo desespera, porque tradicional ha sido la tardanza al contratar, la pequeñez en la inversión y la miopía al evaluar.
El Once no busca técnico.
Cierto es que Vinicius, delantero brasileño del Huila, fue contactado, pero se va Independiente del Valle. Gil, su compañero, no aceptó una propuesta; silencio en las respuestas hay en el caso de Rovira, quien juega actualmente en Chile y en un delantero que pocos minutos tiene, en el Medellín.
Junior, América y Cali, han ofrecido jugadores por ausencia de continuidad. Algunos interesan. Ninguno seduce entre los despedidos por Santa Fe.
Bodhert no está en los planes. Dejó plantado a Jaime Pineda al cierre de su ciclo anterior. Sarmiento se marchó por desobedecer una orden del máximo accionista y no por los resultados. La salida de Torijano ya estaba analizada, tiempo antes de protocolizarse.
La foto-escándalo de los futbolistas despedidos, con bolsas de basura en las que portaban sus pertenencias, fue un montaje. Jorge Enrique Vélez no es candidato a la presidencia. La junta analiza la continuidad de Castrillón.
Pineda busca recomponer la relación con los aficionados y los periodistas. Se replanteará el manejo de las divisiones inferiores, se le dará orden a la casa concentración donde abundan los desmanes y sigue la búsqueda de un gerente deportivo. Paniagua goza del beneplácito de Jaime Pineda, pero no de Castrillón.
La calma retornará cuando se conozcan los nombres de los nuevos jugadores, los que satisfagan con su rendimiento. Cuando se contrate sin regodeos, con agresividad en la inversión, con visión empresarial y agudeza en la elección.