En el más reciente informe de la Agencia Internacional de Energía (IEA), se resalta la importancia de los minerales estratégicos en el proceso de transición energética. La construcción de vehículos eléctricos y de parques de generación de energía renovable han promovido la expansión de la industria minera, con grandes retos e incertidumbres en el suministro continúo de materiales, concentración de recursos, volatilidad de precios, entre otros.
En el 2022, se vendieron aproximadamente ocho millones de vehículos eléctricos, que ya representan el 10% del market share mundial. Esto, sumado a la construcción de turbinas eólicas y paneles solares, ha generado un crecimiento del consumo de minerales de más del 50% en la última década y se estima que, con la intención de cumplir con el acuerdo de París, la demanda se cuadruplique para el 2040. Minerales como el cobre, el níquel y el litio, entre otros, serán esenciales para abastecer la cadena de producción de baterías, celdas y electrolizadores. Según la IEA, la construcción de un vehículo eléctrico requiere seis veces más minerales que la de un vehículo de combustión, y la de una turbina eólica requiere nueve veces más minerales que la de una turbina de generación a partir del gas.
En consecuencia, la minería jugará un rol fundamental en la construcción de este nuevo periodo energético. Para suplir esta demanda, se estima que se requerirán más de mil nuevas minas. Adicionalmente, es importante anotar que la puesta en marcha de una mina, desde su hallazgo hasta el inicio de su producción, puede tardar de 15 a 20 años, razón por la cual debemos incentivar un aumento en la exploración responsable para garantizar la sostenibilidad de esta nueva industria.
Por lo tanto, los minerales estratégicos han pasado a cobrar un rol fundamental en la conversación sobre la seguridad energética de cada país. También las empresas del sector de energía están realizando inversiones en minas, diversificando sus portafolios. A diferencia del petróleo, en el suministro de minerales existe una concentración geográfica. Por ejemplo, Chile es el mayor productor de cobre en el mundo con una participación del 28%, según datos del 2021, y a su vez es el segundo productor de litio con un 23%.
Sin duda, la transición energética de la mano de la minería tiene retos enormes, dentro de los cuales está el cuidado del medio ambiente y de los ecosistemas, ya que sin una extracción responsable el impacto ambiental sería más dañino que el que tenemos hoy en día con los combustibles fósiles. Según Ricardo Zuluaga, ingeniero, geólogo y experto en minería de carbón y cobre, Latinoamérica experimenta un gran desafío, porque ideológicamente hemos visto con malos ojos la extracción de minerales. Por tal motivo, se ignora la importancia de los recursos minerales para el desarrollo de las economías locales; así como el ingreso de inversión extranjera para potenciar la transición industrial y energética requerida en nuestro continente.
Otro punto negativo de restringir la minería legal es que se abre la puerta a la minería criminal, la cual no tiene la obligación de cumplir planes de manejo ambiental. En el caso de Colombia, vemos como se vierten grandes cantidades de mercurio que contamina nuestras fuentes hídricas.
A medida que haya nuevas tecnologías que acompañen el proceso de transición, se consolidará la matriz de minerales necesarios para abastecer esta industria. Mientras esto sucede, los países deben construir una estrategia en torno a estos recursos, en donde puedan incentivar la fabricación local de los equipos, cualificando su población y obteniendo ganancias en la producción de los mismos.