Colombia se sitúa como uno de los países con mayor burocracia en el mundo, hecho que es fácil de constatar si tenemos en cuenta las horas que tarda una persona en realizar un trámite en un país desarrollado. Según el informe del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) El Fin del Trámite Eterno, en Colombia en el 2019 un trámite se tardaba en promedio 7.4 horas, cifra por encima del resto de la región.
Culturalmente, los colombianos buscamos complejizar los procesos, añadiendo pasos y revisiones, muchas veces innecesarios, afectando la calidad de vida de nuestros ciudadanos. En ocasiones, esta práctica se realiza para justificar cargos, recaudos o, sencillamente, para poner barreras. Por lo tanto, a los funcionarios públicos de turno no les queda otra alternativa que adherirse a reglamentaciones anacrónicas y algunos parecen intentar deliberadamente complejizar más las cosas. Pero cuando el procedimiento es ineficiente, demorado e inequitativo, ¿por qué no lo cambiamos?
Las normas y los procedimientos son necesarios para dar un orden. Sin embargo, lo que propongo es eliminar pasos o procedimientos prescindibles para cumplir un requerimiento. La mayoría de los trámites en el sector público de nuestro país son un ejemplo de ineficiencia, pues da la impresión de que las instituciones hacen lo posible por no resolver las necesidades del ciudadano. Sacar el pasaporte, matricular a un estudiante en un colegio público o renovar la cédula son algunas de las actividades que más horas ocupan a los colombianos, con un agravante y es que las personas con menores ingresos son las más afectadas, ya que tienen que abandonar sus puestos de trabajo para cumplir con estos requisitos, dejando de devengar o exponiéndose a sanciones en las empresas donde están contratadas. Ahora bien, en el sector privado también existen grandes retos en este aspecto, ya que es común ver procesos internos ineficientes que obstaculizan el quehacer de los negocios.
De acuerdo con el Índice Global de Complejidad Empresarial (GBCI), Colombia se encuentra dentro de los diez países con mayores dificultades para hacer negocios en el mundo.
El exceso de burocracia incentiva la corrupción y esta puede ser una de las razones por las cuales no se ven avances significativos en la reducción de trámites. La corrupción al interior de las instituciones es, a mi juicio, la causa principal por la cual no se da el cambio requerido. Por lo tanto, hago una invitación a tener un pensamiento crítico y aportar desde nuestro rol a encontrar soluciones encaminadas a simplificar los procesos.
La tecnología es una de las herramientas con las que contamos hoy en día para lograr este objetivo,la automatización de procesos, la administración de datos y la eliminación de tareas repetitivas se pueden lograr con dispositivos y sistemas. La transformación digital es entonces una estrategia efectiva para simplificar los procesos. Con estas herramientas se podrán identificar a las personas, almacenar información y recibir una aprobación más ágil, entre otros trámites.
Los algoritmos servirán para que se obtengan aprobaciones en segundos sin necesidad de que el funcionario esté presente físicamente. Los celulares y sus aplicaciones son otro ejemplo de cómo simplificar los procesos. Ya no es necesario ir a un banco para hacer una transferencia o ir a una tienda para realizar una compra.
Seguramente muchas de estas soluciones digitales ya están desarrolladas e implementadas en algún lugar en el mundo, es adaptarlas según la necesidad. La solución está a un click de distancia. Esto se logra con voluntad, unión y decisión de cambio de toda la sociedad.