Fanny Bernal Orozco * [email protected]
Los accidentes son siempre inesperados. Algunos de estos incidentes, dicen los dolientes, se hubieran podido evitar. Otros pudieron haber sido causados por falta de cuidado, ausencia de control o por carencia de la infraestructura necesaria para afrontar determinadas situaciones; también por no prestar atención a las advertencias, en fin muchas justificaciones.
No obstante ninguna responde de manera adecuada a los interrogantes que se hacen quienes están pasando por el dolor que genera una muerte, como consecuencia de un suceso traumático de esta índole.
La muerte es un acontecimiento que la mayoría de las veces causa dolor. Sin embargo, la manera como esta ocurre, origina afectaciones que pueden complicar el proceso de duelo, debido al cómo sucedieron los hechos. Así entonces hay que prestar atención a las crisis que se puedan desatar y a los cambios emocionales y físicos.
Las reacciones son variables. Pueden ser: silencio, aislamiento, llanto, gritos, desmayos, miedo, rabia, culpa, estrés, ansiedad, angustia; además de un dolor intenso y profundo el cual es difícil de explicar.
Un padre, en la ceremonia religiosa por la muerte de un hijo en un accidente en la bicicleta, decía:
"Me siento como suspendido. Siento que mi cuerpo se ha partido en dos y veo a todos aquí, sus rostros, sus palabras de condolencia y siento rabia con la vida".
Escuchar con atención respetuosa la expresión de las emociones, es una de las tareas de quienes acompañan. Son momentos para actuar con atención y empatía, para recordar que cada ser humano tiene su manera particular de liberar el dolor.
Una abuelita afirmó:
"Mi esposo y yo estábamos haciendo la caminada diaria y se resbaló. Fue capaz de levantarse y luego ya no pudo andar más. Yo grité y recibí ayuda. Ya ha pasado por tres cirugías. En un instante todo se trasformó, la vida de todos dio un giro que nos tiene a toda la familia muy entristecidos. Y él apenas nos mira, no quiere hablar".
En un instante la vida cambia, se transforma lo cotidiano y el mundo, tal como era conocido, se torna doloroso y hasta hostil, de manera especial cuando las ilusiones, los sueños y proyectos se ven truncadas y nada vuelve a ser igual.
Los accidentes pueden ocasionar muertes, pérdidas de la salud, pérdidas económicas. No es nada fácil asumir los duelos que estos infortunios generan y precisamente, al ser inesperados, los dolientes carecen -la mayoría de las veces- de los recursos para afrontar este tipo de sucesos. Es necesario apoyarse entre los familiares y amigos y buscar ayuda profesional, cuando la salud física y emocional se ve tan afectada.
* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.
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