Fanny Bernal Orozco * [email protected]
La paz es una palabra repetida y usada desde tiempos inmemoriales por gobernantes, candidatos, gerentes, educadores, empresarios, autoridades de diferentes entidades, padres, hermanos, en general, en las familias. También es repetida en canciones, poemas, en pautas publicitarias. Se lee en camisetas, en bolsos, en pancartas, en paredes, en discursos, tatuada en la piel de muchas personas, en fin, ella está por todas partes.
Pero aunque aparezca y se oiga en todos los espacios, la paz no emerge como por arte de magia. Por el contrario, es el fruto de educar en valores, justicia, honestidad y virtudes; además deviene de enseñar el respeto en los actos y gestos cotidianos, de sentir empatía por el dolor de los demás, de cultivar la compasión a través de actos de solidaridad.
Y, por supuesto, a la mayoría de las personas les gusta vivir con sosiego y placidez sin que los conflictos, las intrigas, los odios, las envidias, los celos, los resentimientos, las venganzas, hagan parte de sus emociones diarias. Sin embargo, estas sí son las emociones que sienten, mantienen, fomentan y acompañan a muchos individuos, en nuestros entornos.
Y es que la paz es más que una palabra. Representa el que cada persona despliegue habilidades para una sana convivencia; el que en las familias, en los centros educativos y en las empresas, haya espacios para conversar, reflexionar y aprender a vivir a cultivar valores, virtudes y comportamientos sanos y armónicos consigo mismos y con la sociedad en tiempo presente.
Por supuesto que vivir en paz, no quiere decir que no haya conflictos; más bien es que cuando surja un disenso, se asuma una actitud en la que estén activos unos mínimos éticos que fortalezcan el respeto, las relaciones positivas y el bienestar social.
Educar en valores y virtudes con paciencia y persistencia, es educar para la paz, lo cual no se logra con discursos y eufemismos. Es un trabajo diario en el que es perentorio fomentar e impulsar la esperanza, preocuparse por el cuidado de otros y contribuir con empatía a cambiar imaginarios para que se privilegie el respeto por la vida y la dignidad humana.
* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.
www.fannybernalorozco.com