Fanny Bernal Orozco * [email protected]
Según el manual Diagnostico estadístico de los trastornos mentales (DSM-5), el trastorno por estrés postraumático es una enfermedad de salud mental, desencadenada por una situación aterradora, ya sea que se haya experimentado o presenciado. Los síntomas pueden incluir reviviscencias, pesadillas y angustia grave; así como pensamientos incontrolables sobre dicha situación.
Para muchas personas víctimas de diferentes tipos de violencia, al experimentar sucesos que desbordan sus capacidades de afrontamiento, tanto su cerebro como su cuerpo, reaccionan con temblores, sienten que el corazón les late más rápido, el ritmo respiratorio se acelera y se ponen en actitud de alerta; el estrés aumenta y con él una hormona llamada cortisol.
Sin embargo, el estrés postraumático no surge solo por hechos de violencia, la aparición de una enfermedad propia o de un ser querido o cercano, una separación de pareja, la muerte de alguien significativo, un conflicto de índole laboral, una quiebra económica, la desvinculación intempestiva de su sitio de trabajo, en fin, momentos que transforman de manera dolorosa la vida cotidiana, pueden ser la causa del estrés y el sufrimiento.
Según Giorgio Nardone, en el libro La mente herida: ‘Un dolor intolerable puede ser reactivado cada vez que surge de nuevo un recuerdo del pasado, como en el caso del que sufre un estrés postraumático, en el que los recuerdos hacen revivir exactamente el impacto emocional experimentado durante el trauma’.
Lo anterior invita a pensar en los cientos de seres humanos que en nuestro país pueden estar viviendo en estas penosas condiciones y, lo más preocupante, en la mayoría de las ocasiones, sin recibir un apoyo eficaz por parte de las entidades de salud.
Una persona en consulta llorando decía: "No puedo oír que pasa una ambulancia con la sirena prendida, siento miedo y angustia". Ella, acompañó a su padre al hospital la última vez que lo vio con vida.
La manera de reaccionar de las personas ante situaciones en las que su vida o la de los seres queridos está en riesgo, es muy diferente. No obstante, es necesario señalar que hay respuestas que son comunes como son los sueños y las pesadillas que pueden ser aterradoras; algunas personas incluso, tratan de no dormir para no revivir los hechos trágicos.
Pueden emerger pensamientos negativos, inclusive culpas, miedo a afrontar el futuro, desinterés por actividades que antes eran placenteras, desesperanza, llanto constante, comportamientos autodestructivos; así como un sufrimiento perturbador que -a la vez- les impide realizar cualquier actividad con interés.
Tanto las guerras como todas las demás violencias, dejan una estela de afectación que no las sana el tiempo. Se requiere prestar atención a estos síntomas y contar con profesionales expertos que puedan acompañar de forma compasiva estos sufrimientos.
Les invito a que reflexionen acerca de la gran cantidad de la personas que en el mundo se encuentran sufriendo y en espera de recibir ayuda para el alivio de su salud mental.
* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.
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