Fanny Bernal Orozco * [email protected]

 

Muchos autores a través de la historia han hecho referencia al poder del lenguaje en cualquier relación, ya sea familiar, de pareja, laboral, comercial, académica, social. Es necesario anotar que una cosa es hablar y otra, muy distinta, saber comunicar, más aún cuando lo que se requiere es enviar mensajes a tantas y diversas personas que forman parte de toda una comunidad.

Es importante tener en cuenta que es fundamental desarrollar habilidades como la empatía y la asertividad, puesto que estos son ejes fundamentales para lograr una adecuada comunicación que informe, aclare, enseñe, comunique, proponga y motive a reflexionar y a trabajar en bien de una comunidad o una región.

En nuestro país, muchas veces en un mismo día, se leen o escuchan discursos huecos, palabras sin fundamento. Datos distorsionados, estadísticas amañadas, insultos, frases para descalificar, dividir, asustar, acusar, atacar, humillar o defenderse insultando a quienes no aplauden ni hacen venias a tantos disparates.

Se observa la ignorancia que les acompaña en asuntos que debieran ser de su total conocimiento, además de carecer de la debida formación intelectual, lo cual se agudiza con el frecuente uso de términos y afirmaciones peyorativas, prosaicas y vulgares.

Afirma el periodista guatemalteco Mario Antonio Sandoval Samayoa en su columna Catalejo: "Los políticos llegan a ser serios cuando llenan las condiciones de estudios del tema, educación, de oratoria, para exponer con claridad sus ideas y convencer a los escuchas sin recurrir al insulto, al lenguaje soez ni a los gritos. Se debe agregar la corrección personal, ejemplificada -sobre todo- en tener claro qué pecados políticos no cometerá por ética, moralidad y buen gusto propios".

La verdad es que hay una gran diferencia entre un político-politiquero y un estadista. El estadista es alguien que tiene objetivos y propósitos claros, para brindar bienestar y calidad de vida a la mayoría de las personas y no solo a quienes trabajan con él; además respeta las leyes y se acoge a ellas.

Un estadista da ejemplo a partir de sus valores y virtudes personales. Un político-politiquero erige su imagen, a través de promesas que no cumple ni tampoco le interesa llevarlas a buen término. Un estadista genera motivación y esperanza y un político-politiquero desazón y desengaño.

El poder del lenguaje y el lenguaje en el poder son el vívido ejemplo de la manera como se utilizan las palabras: en una orilla están las que generan serenidad y esperanza y, en la otra orilla, encontramos las que causan conflicto, desazón, temor, desconfianza, desencanto, desesperanza y desengaño.

 

* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.

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