Fanny Bernal Orozco * [email protected]
Cuando termina un año, es frecuente que muchas personas hagan evaluación de sus vidas y traigan a su memoria momentos vividos con la familia, pareja, compañeros de trabajo o de estudio; así como de las relaciones y vínculos tejidos.
Unas personas se arrepienten de haber perdido tiempo valioso, de no haber hecho las cosas que querían hacer; algunas se duelen de tal vez haberle hecho daño a sus seres queridos o de habérselo hecho a sí mismos; mientras otros más piensan que les ha faltado voluntad y persistencia para hacer las cosas que querían lograr.
Hay quienes se dan por vencidos de manera rápida, quieren subir a la cima ipso facto, sin dar los pasos necesarios para ello. Tal vez les gusta lo más fácil, la ley del menor esfuerzo, no están conscientes de que cualquier meta que se propongan tiene posibilidades, barreras y dificultades. Por ello, la experiencia se hace más retadora, en tanto se puede aprender a tomar decisiones, a elegir, a dejar ir y a adaptarse a los cambios y a saber fluir con ellos.
Hay seres humanos que se quedan a medio camino, porque se la pasan complaciendo a otras personas. Permiten que estos otros tomen decisiones y controlen sus vidas, lo cual significa, que para tener una existencia con propósitos claros, se hace necesario fortalecer la autoestima, la autonomía y saber poner límites con claridad y asertividad.
Mientas tanto para otros, el balance y la reflexión de fin de año es satisfactoria. No solo han llevado a cabo lo que tenían previsto, sino que han hecho avances en otros propósitos y se sienten agradecidos con lo que han conseguido.
Realmente transitar por la vida no siempre es fácil. No obstante, cuando se tiene paciencia y una adecuada tolerancia a la frustración, los riesgos y las vicisitudes se convierten en aprendizajes y estos le dan sentido a lo que se ha planeado y a lo inesperado que se va presentando por el camino.
Impregnar de sentido la existencia, no se logra solo con deseos, ni tampoco como por arte de magia. Es un asunto de trabajo cotidiano, minucioso, de artesano emocional, de disciplina. Se empieza cultivando la paz interior, los pensamientos amables, las palabras amorosas, de agradecimiento y respetuosas; así como el amor incondicional.
-¿Qué hace usted para impregnar de sentido su existencia?
* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.
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