Fanny Bernal Orozco * [email protected]

Fanny Bernal Orozco*

 

Un duelo es una experiencia que genera diversos cambios en la vida personal, cotidiana, domestica, familiar y laboral. Si bien no siempre se requiere de apoyo profesional, el modo como cada quien lo asume, está íntimamente ligado con que este se transite con el menor impacto negativo en la salud mental, emocional y física.

La palabra duelo proviene, etimológicamente, del latín Dolus, que significa dolor. En ese sentido es importante afirmar que las pérdidas duelen y que no es fácil transitar este camino, ni asumir este proceso. Para hacerlo, se requiere paciencia y voluntad, a fin de poder adaptarse a la pérdida, la cual puede ser por muerte de un ser querido significativo, por una separación de pareja, por pérdida de la salud o del empleo, por la partida de los hijos o por debacles económicas, entre otras cosas.

Lo anterior significa que, ante un duelo, se requiere aprender a afrontar la ausencia y la soledad; así como los cambios emocionales y de la vida cotidiana, que emergen y generan desasosiego, preocupaciones e incertidumbres.

En general, no es para nada un proceso sencillo. Requiere el compromiso del doliente para que, paso a paso, pueda ir haciéndole un lugar al dolor. Es dejarlo que salga, es permitir la expresión de las palabras y los sentimientos. Es como ir desamarrando, desenredando y soltando nudos, para permitir que el equipaje emocional se vaya haciendo cada vez más liviano.

Un duelo puede hacer que se dude de las creencias y de los valores que se han tejido durante la vida, que el doliente se sienta despojado de los cimientos que le han dado la fuerza para andar por el mundo. No obstante, en muchos casos, estos pensamientos son transitorios y, aunque hay que prestarles atención, no hay que dedicarles demasiado tiempo.

Es aceptar que a pesar de que al principio la aflicción puede quitar las fuerzas y la energía para levantarse, no siempre se va a poder contar con la misma voluntad. Esto implica, por lo tanto, tenerse paciencia y autocompasión.

Un duelo puede ser una experiencia desoladora que lleva a devastar la vida de los dolientes o también puede ser, una situación que genere aprendizajes y crecimientos, dependiendo de cómo se asuma.

Es necesario tener en cuenta que no hay dos duelos iguales y que, por lo mismo, no existen tampoco, únicas fórmulas para brindar acompañamiento. Lo que sí es claro, es que de la manera como se ayuden y se dejen ayudar, depende la salud mental y emocional de los dolientes.

 

* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.

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