Fanny Bernal Orozco * [email protected]
Las guerras dejan infinitas consecuencias negativas: pobreza, desolación, tristeza, odio, sed de venganza, lágrimas, contaminación ambiental, ciudades enteras destruidas, monumentos históricos derruidos, centros de salud y hospitales arrasados. Así no hay forma de brindar atención a los heridos, a los enfermos, escasean los medicamentos, hay total desabastecimiento de agua, luz, alimentos, combustibles y, lo más grave, tampoco hay compasión.
Viejos y temibles odios, exacerbados por el poder que generan los egos, además de las armas, venganzas que afloran sin límites y se excitan con la muerte. Humillar, destruir, despojar, arrancar, aniquilar, asesinar, torturar, violar, en fin, poca evolución hemos tenido los seres humanos, cuando se continúa desatando tanta crueldad.
Fábricas, proyectos productivos, escuelas, universidades y diversos tipos de entidades dónde antes se iba a trabajar, a estudiar, a formarse; así como los sitios de recreación y de descanso, la guerra acaba con todo. Cada bando cree que tiene la razón y las personas sin mucha información, toman partido por unos u otros de manera insensata e impulsiva, con tal de aparecer en las redes. No importa la imbecilidad que escriba o que diga y, todo ello, a sabiendas de que no hay terroristas buenos ni terroristas malos, simplemente: hay terroristas.
La guerra deja enfermedades físicas, hambre, desnutrición, mutilaciones, heridos, muertes y, en especial, duelos perennes que difícilmente se pueden sanar. La guerra multiplica los odios y los deseos de venganza.
Muertos que se convierten en frías estadísticas que las noticias comentan y se deja de lado la vida y la memoria de los seres humanos que tejieron y tuvieron una historia, una familia, unas relaciones en un mundo donde las noticias y los videos llegan con premura a las pantallas y con esa misma rapidez se cambia de tema, sin asomo de reflexión o de asombro.
-¿Quiénes ganan en una guerra?
Los vendedores y traficantes de armas; los que guardan toda clase de suministros vitales para la supervivencia y el consumo, para luego venderlos a precios exorbitantes. Los que multiplican el odio y la venganza y mandan a que otros se maten y maten por ellos; los que creen que tienen la verdad, pero viven en un mundo falso; los que ven a otros seres humanos solo como enemigos, así no lo sean y -a través de ellos- sacian sus perturbaciones y frustraciones.
Según Paul Valery: ‘La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que si se conocen, pero que no se masacran’.
* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.
www.fannybernalorozco.com