Fanny Bernal Orozco * [email protected]
Para comenzar, tengo estas preguntas para los lectores:
- ¿Han hecho alguna vez un trasteo?
- ¿Han vivido alguna vez una separación?
- ¿Ha muerto algún ser querido cercano?
- ¿Ha llevado a un ser amado a una casa dónde albergan viejos?
- En su casa, ¿alguna vez le han botado objetos queridos?
Quizás haya contestaciones para cada una de estas preguntas. Respuestas llenas de dolor o de rabia. Lo cierto es que los seres humanos tenemos objetos personales que nos son importantes, muy valiosos, los cuales tal vez nos han acompañado un gran tramo de nuestras vidas y han sido testigos mudos de momentos íntimos y trascendentales en esos tránsitos.
En un trasteo, cuando se empaca, se botan y regalan muchas cosas. No obstante, a veces se duda. Es que un solo objeto puede traer diversos recuerdos y el reencontrarse con ellos, es un poco como devolverse en el tiempo, quizás con dolor, con nostalgia, incluso con alegría.
En una separación de pareja, por ejemplo, los objetos que fueron comprados con amor y con ilusión se tornan en fuente de desengaño, de desilusión y de tristeza. Mientras hay personas que no quieren conservar nada, con el fin de alejar los recuerdos; otros consideran que son precisamente esos objetos, los que les ayudan a procesar la ausencia.
La memoria emocional que se teje alrededor de las cosas materiales y del tiempo compartido en los rituales cotidianos, produce un efecto que puede llegar a ser muy perturbador, cuando se evoca lo pasado y lo que se ha compartido con los seres humanos amados y ausentes.
Un señor de 75 años, que recién fue llevado a un hogar para viejos, expresó: "Mi hija que dijo que no me podía tener más, aunque gozo de una buena pensión. Ella regaló y botó todas mis cosas, no me preguntó si quería conservar algo. Echo en falta mi ruana, las fotos de mi familia, mis libros y mi música clásica. Cuando le reclamé por esta actitud, dijo que yo ya no necesitaba nada de eso. Aquí en este albergue me siento un extraño, nada de lo que hoy tengo alrededor hace parte de mi vida".
Los objetos personales forman parte de la intimidad emocional de las personas, de sus gustos y preferencias. Son un puente que une recuerdos, palabras, gestos, caricias, lágrimas y risas, todo ello anudado a remembranzas y nostalgias.
Alguna vez se ha preguntado, ¿quién abrirá sus cajones para botar, donar, reciclar, regalar o recordar?
* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.
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