Fanny Bernal Orozco * [email protected]

 

A mí particularmente me causa tristeza, desesperanza y repulsión ver imágenes en noticieros, en las cuales aparecen los llamados líderes de una nación o de cualquier grupo armado, hablando de su poderío y jactándose de las decisiones que toman y han tomado sin vergüenza, ni empatía, ni compasión.

Rodeados de micrófonos dan entrevistas a cada momento; mientras mandan a otros a que maten y se hagan matar, según sus órdenes y razones, dizque para recuperar el poder, las tierras, los estados o vengarse, aniquilar o desaparecer a sus adversarios.

Enemigos y antagonistas de años, de décadas o de siglos, no importa el tiempo, lo que importa es acabar con ellos. Jamás una persona de estas ve en sus decisiones el fracaso o el descalabro. Como ser humano parece que nada los conmueve, por el contrario, los excita la muerte, el aumento de las listas de asesinados, de desplazados, las ciudades arrasadas, sin sus servicios vitales, con hambre y entre más angustia y más desolación, más indiferencia.

Es este, un mundo donde es pobre el asombro y poca la empatía, puede ser necesario darse unos minutos para pensar en:

 

- ¿Cómo serán las noches de estas personas?

- ¿Reflexionarán en el daño que causan?

- ¿Cavilarán en torno a los dolientes que están condenados a vivir sin sus seres queridos?

- ¿Se interrogarán acerca las listas de desaparecidos y de quienes salen a buscarlos?

- ¿Pensarán en la soledad de los dolientes que nunca volverán a ver, a compartir, ni a escuchar a los seres amados?

 

Y qué decir de todos estos duelos que se quedan como suspendidos y que danzan en un cúmulo de sensaciones y emociones; entre el dolor y la rabia, el miedo y la culpa, el desasosiego y la desesperanza. Se resisten a sanar, como un mecanismo para mantener viva y cercana, la memoria y la presencia.

Y para completar este triste panorama, hoy todo es en vivo y en directo: soldados y tanques con sus ataques mortíferos, las bombas, las explosiones, lo muertos en medio de los escombros, en fin la deshumanización total. Así mismo vemos las entrevistas a los líderes (¿?) que, bien custodiados, se jactan en las pantallas de los resultados de sus ataques. Una realidad que entre noticia y noticia se acompaña con publicidad de ropa, detergentes, productos para mantener la juventud y la belleza, todo ello como parte de la banalidad en que vivimos.

Afirmaba el sacrificado Martin Luther King: “Una nación que gasta más dinero en armamento militar, que en programas sociales; se acerca a la muerte espiritual”. De acuerdo con estas palabras, quizás ya hace tiempo estamos todos muertos.

 

* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.

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