Fanny Bernal Orozco * [email protected]

 

En la vida de cualquier ser humano ocurren numerosos momentos de frustración, desengaño y asombro, cuando por alguna circunstancia se pierden la confianza y la credibilidad que se ha depositado en otra persona. Esto ocurre indefectiblemente entre los integrantes de una familia, parejas, amigos, jefes, compañeros de trabajo o de estudio.

Sucede, además, en comunidades que llenas de esperanza, depositan su voto y -por supuesto- su confianza en un candidato, quien a través de discursos, promesas y juramentos, hace creer a sus electores que él si tiene la voluntad, el conocimiento, la prudencia, la disciplina, el respeto y la humildad para ejercer su poder con honestidad. Que además se va a rodear de gente capaz, responsable y preparada ética y moralmente y que también gobernará para todos, incluyendo a quienes no votaron por él.

Con muchas expectativas van pasando los días y los meses y las esperanzas se van convirtiendo en rabia, decepción y desengaño por las ficciones, polarización, invenciones, la indiferencia y la incapacidad para cumplir, escuchar, ejecutar y, sobre todo, administrar para todos, sin distingos políticos, étnicos, económicos, ni de clase.

Sorprende la rapidez con la que se quitan el disfraz, ya no tienen que fingir ni hacer ningún esfuerzo para gustarles a otros. Ya no necesitan los votos, ya pueden ser ellos, con su arrogancia, desdén, egocentrismo y sus deseos de perpetuarse, con el argumento de que les va a hacer falta tiempo y de que nadie tendrá la suficiencia para heredar y asumir su legado.

Se construye confianza, cuando hay coherencia entre lo que se dice, lo que se hace y lo que se puede observar. Es decir lo que queda después de las promesas. Pero en la mayoría de las veces, todas esas palabras son sólo peroratas que se las lleva el viento y el tiempo. Y mientras tanto, crece el desengaño, la frustración, la rabia, el desencanto y otras emociones que son difíciles de contener.

 

Y entonces, ¿en dónde queda la confianza?

En palabras de la doctora Adela Cortina en un su libro ¿Para qué sirve realmente la ética?: ‘Parece que la moral tiene algo que ver con no dañar, pero no siempre y no sólo con eso; también con no defraudar la confianza’.

Y es que defraudar la confianza es una manera de estafar y burlar las esperanzas. Y mientras tanto en aquellos que viven de las mentiras y el engaño, no asoma por ninguna parte la vergüenza.

 

* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.

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