Fanny Bernal Orozco * [email protected]
Existen varios tipos de violencia. Algunos se enmarcan en las relaciones entre mujeres, las cuales pueden ser físicas, emocionales o psicológicas. Cualquiera de ellas abre grietas en la vida, que son difíciles de sanar y de cerrar. Gritar, invisibilizar, burlarse, aislar, negar sus derechos, en fin, son diversas las formas como una mujer -de manera abierta o sutil- puede ejercer violencia, contra otra.
Con alguna frecuencia en reuniones se escucha a muchas mujeres contar, cómo compañeras de trabajo, de estudio o inclusive dentro del espacio familiar, hacen comentarios ofensivos acerca de la manera cómo una mujer -familiar o compañera- se peina, se viste, habla. Se critica el peso, la talla, en fin, todo lo que tiene que ver con su apariencia física y personal y, de ese modo, las burlas no se hacen esperar y el daño emocional se torna cada vez más ofensivo e incisivo.
Hay momentos en el entorno familiar, en los cuales, la violencia es tan sutil que pocas personas se dan cuenta del daño que infringen. A través de su astucia, algunas mujeres viven generando a otras repetidas heridas y sus estrategias maltratadoras se convierten en un proceder cotidiano.
Situaciones como hacer callar a una mujer en una reunión, es un gesto que atenta contra la autoestima y los valores personales, pero que -además de causar indignación- dejan ver que son formas de mostrar control, poder, autoridad y arrogancia; actitudes estas unidas en ocasiones al silencio de los otros asistentes que bajan la cabeza, no se sabe si por pena o por un gesto de complicidad.
Qué tal este testimonio en una asesoría: "Cada que pienso en que debo de ir a esa casa, no duermo las noches anteriores. Por eso he buscado ayuda profesional. Me siento muy mal con tanta burla y siento una inmensa ansiedad ante lo que pueda suceder".
Y qué decir en los espacios laborales, en los cuales pareciera que, en vez de compañeras, se tuvieran espías o vigilantes. Algunas compañeras parece que no trabajaran por estar pendientes de las otras. Entonces, el sitio de trabajo se convierte en el escenario donde la amenaza, el miedo y la rabia se tejen de manera constante, dando paso a síntomas de estrés y ansiedad permanente.
Afirma una joven: "Desde que llegué a este sitio a trabajar, me he sentido como pagando una condena. Cada que hablo, me siento juzgada y veo que, a la hora del café, me miran y se ríen. Siempre tengo los ojos de ellas encima y no han pasado los tres meses del período de prueba y aunque necesito el trabajo, siento que me va a hacer muy difícil aguantar".
Las violencias de mujeres a otras mujeres pueden dar origen a crisis nerviosas, problemas de autoestima, trastornos de sueño o alimenticios, miedos generalizados o a depresiones constantes, alterando con ello no solo la salud mental y emocional, sino la vida misma.
Es cierto que hay convivencias difíciles. Aprender a compartir con otros de manera respetuosa, hace parte de tener una adecuada inteligencia emocional. Es decir, a no cargar con lo que los demás dicen o hacen, es este un aprendizaje esencial para vivir mejor y para dejar de ponerle zancadillas a otras mujeres.
* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.
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