Fernando-Alonso Ramírez
Periodista y abogado, con 30 años de experiencia en La Patria, donde se desempeña como editor de Noticias. Presidió el Consejo Directivo de la Fundación para la Libertad de Prensa en Colombia (Flip). Profesor universitario. Autor del libro Cogito, ergo ¡Pum!
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Dos mujeres de mediana edad, aunque caigo en la cuenta de que no tengo muy claro qué es una señora de mediana edad. Digamos entonces que se trata de dos mujeres que pasan de los 40, que tuvieron un hijo cada una y cuya relación con las madres las marcó para mal y para bien por el resto de sus días.
Además, se trata de mujeres que han vivido a la sombra de sus parejas y que justo en este momento de su vida se sienten traicionadas por ellas. La señora March, por ejemplo, porque alguien le hizo percatarse de que ese personaje odioso, maltrecho y que se desempeña como prostituta, Johanna, que le está dando tanto éxito a la novela de su marido, está inspirado en ella. Justo en ella, que es toda una dama.
Elena, en cambio, se da cuenta de que esa acción que se temía que iba a ser mecánica, la muerte de su madre, termina por ser un disparador para sufrir un cambio rotundo, como Gregorio Samsa. Justamente el esposo de la protagonista, un personaje de altos círculos económicos y con enredos de corrupción en sus negocios nada releyendo La Metamorfosis con el argumento de que experimenta un cambio, que no quiere ya ponerse en los zapatos del humano venido a insecto, sino en sus víctimas, los afectados por ellos, sus padres, por ejemplo.
Casi imperceptiblemente ella también empieza a mutar, a conseguir la metamorfosis. Primero es una pierna que se va quedando sin depilar porque la noticia de la muerte la pilló en plena acción y poco a poco fue el comienzo de la transformación total. Ah, y engañada por su esposo.
Son dos novelas de mujeres que deciden cambiar el rumbo de sus vidas y acometen acciones detectivescas para conseguirlo. Elena es obra de ese probado narrador que es Juan José Millás. Es un personaje que contrata a un detective para que siga a su marido y le confirme lo que ella ya intuye, pero poco a poco va pidiendo más a ese investigador con el que solo tiene contacto a través del teléfono y de un buzón. Este trabajador termina por seguirla a ella a su pedido, y por... Mejor léanla para que se sepan de qué va. Ella es una voyerista de su propia vida, es lo que puedo decir sin dar mayores pistas.
La señora March, en cambio, es la creación de Virginia Feito, en su ópera prima. La protagonista espera descubrir lo peor de su esposo y por eso decide dárselas de periodista y viajar al lugar donde aquel pudo haber cometido sus crímenes. Está convencida de que logrará el resultado y será congratulada por muchos por su pericia y por asumir su tragedia.
Ambas mujeres están perdidas y ambas buscan una salida a su actual situación. La diferencia mayor radica en que Elena se encuentra enajenada y manejada por el consumo de hachís, pero empieza a desandar ese camino y a dejarlo atrás si realmente quiere reconstruir su vida. A su turno, es la negación a sus problemas, porque se crió entre negaciones, la que lleva a la perdición a la señora Marcha, con un final que resulta muy obvio, pero igual el lector quiere ver si al final acertó en lo que se temía, aunque las señales están claras. Sus problemas vienen derivados de contenerse y explota en decisiones que se veían venir. Igual, el mayor temor seguirá siendo qué dirán de lo que hizo.
En cambio a Elena le importan poco las habladurías de los otros, de sus dos hermanos, de su hija, aunque en algún momento esa distancia la rompa. Descubrir en los cuadernos dejados por su madre a manera de diario que ella la veía como su némesis despierta algo en su interior que apenas si le permite andar el camino, pero lo va haciendo a su manera, poco a poco y se enfrenta a las verdades a las que tanto se escondió. Un final abierto siempre resulta sugestivo.
Vayan y lean la historia de estas mujeres aparentemente convencionales, que terminan por ser todo, menos eso, y #HablemosDeLibros
Subrayados
De La señora March
- En el papel de observadora era como se sentía más cómoda.
- La culpa era cosa de valientes. La negación era para el resto.
- Llegó un momento en que tenía la impresión de que preferías que siguiera mintiendo a que provocara un escándalo. Sé lo importantes que son para ti las apariencias.
De La soledad era esto
- Lo que llamas corrupción es parte de todos los sistemas, de todos, es más, si la corrupción no existiera los sistemas no funcionarían. Lo importante es saber en qué parte del sistema está y tenerla controlada para que no crezca más de lo que cada organización pueda soportar.
- Esto debe ser la soledad, de la que tanto hemos hablado y leído sin llegar a intuir siquiera cuáles eran sus dimensiones morales.