Fernando-Alonso Ramírez

Periodista y abogado, con 30 años de experiencia en La Patria, donde se desempeña como editor de Noticias. Presidió el Consejo Directivo de la Fundación para la Libertad de Prensa en Colombia (Flip). Profesor universitario. Autor del libro Cogito, ergo ¡Pum!

Correo: [email protected]

X (Twitter): @fernalonso

Corren tiempos veloces, de predicadores del éxito, en los que se insta a la actividad, a no quedarse quieto. Se cotizan al alza las imposturas y las posturas por sobre la tranquilidad, el goce por lo simple, la decisión de no hacer. Esa es la razón por la que el provocador filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han ha llamado la atención sobre este importante rasgo y lo que nos aporta. Justamente su más reciente libro en español lo titula Vida contemplativa.

Sigue el pensador en su línea de advertir que el mundo globalizado niega al ser humano, más que potenciarlo como se pregona. Se trata, como lo ha cuestionado en casi todos sus textos, de un momento de la humanidad de producción sin límite y sin medir consecuencias; de darles el valor a las personas por lo que tienen o hacen y no por lo que saben o se niegan a hacer; donde no hay espacio para lo íntimo, porque todo se promociona a los cuatro vientos; y en donde la verdad se convirtió en asunto menor, pues la moneda corriente es la divulgación, no importa si es falso, sino lograr el mayor número de vistas, de clics, de favoritos.

Cuestiona Han el ruido en el que vivimos. Lo dice así: "Solo el silencio nos vuelve capaces de decir algo inaudito". Tiene todo que ver con una vieja frase que repito desde hace muchos años y no sé a quién se la atribuyen: "quédate quieto y verás cómo da vueltas el mundo". Es una manera de significar la importancia de pararse por un rato, puede ser a meditar, puede ser simplemente a mirar, a escuchar, pero hacerlo a conciencia, no como un reto. Caminar tantos pasos al día, permanecer tantas horas en la máquina del gimnasio, escuchar toda la música que una Inteligencia Artificial seleccionó para ti. No caigamos más en esa medición de nuestro tiempo. Para contemplar se requiere actitud pacífica.

En su Manual de civismo, Victoria Camps y Salvador Giner habían dedicado un capítulo justamente a lo que llamaron también Vida contemplativa, en el que definen la contemplación como “una suprema facultad humana, sin la cual no existiríamos más que como bestias incapaces de pensar". Agregan que para llegar a interrogarse sobre el mundo, primero debe contemplarse y luego admirarse, y si no estamos teniendo tiempo ni espacio para aplicar estas dos virtudes, pues debemos dudar seguramente de la forma en que pensamos.

Pensemos en los años gloriosos de la Grecia filosófica. Esos pensadores de entonces partían necesariamente de la contemplación. Sin máquinas ni instrumentos encontraron respuestas en las estrellas, en la naturaleza, en la interacción con los otros, en un aspecto valiosísimo de la contemplación como es el escuchar, para poder entender y rebatir o apoyar, según el caso. Sin embargo, no tenemos tiempo para escuchar lo que dicen los demás, porque apenas nos alcanza para imponer lo que pretendemos. “Escuchar es también contemplar, sopesar y atender a las razones del prójimo, amén de aprender de él lo que nos sabemos".

Volviendo a Han, este dice, en esa forma tan rotunda suya que a veces parece una exagerada caricatura por el tono de imperativo, que en esta era de la comunicación se ha puesto fin a esa capacidad, a la sociedad de los que escuchan y esto es gravísimo, además, para la convivencia misma, para el entendimiento con los otros y el trabajo por los otros. Somos algo así como sordos disfuncionales, porque solo nos escuchamos a nosotros mismos, así como nos producimos, de acuerdo con lo que los mercados quieren y así nos vendemos en esta sociedad de posturas e imposturas como ya dije.

También nos advierte de la importancia de la contemplación para producir belleza o para percibirla. Por eso en el mundo veloz de hoy se crea un reguetón en un ratico, según me confesó en alguna entrevista el escritor Jorge Franco, cuando debió incluir la letra de uno en su novela El cielo a tiros. No hay tiempo para la metáfora, para la alegoría, solo para lo descriptivo y lo pornográfico, tan ajenos a la poesía.

"El ser humano es un animal narrans, un animal narrador", pero lo estamos perdiendo a estas velocidades a las que andamos. Es hora de volver a las pequeñas cosas, que, como canta Serrat, nos hagan llorar cuando nadie nos ve.

Lean a Han, despacio, contemplando cada frase, para que podamos analizarla, confirmarla o rebatirla, pero, sobre todo, para que #HablemosDeLibros.

Subrayados

* La reconciliación entre el ser humano y la naturaleza es el fin último de la política de la inactividad.

* La digitalización y la informatización del mundo seccionan el tiempo y convierten la vida en algo radicalmente pasajero.

* Solo el eros puede derrotar a la angustia y a la depresión.

* Estamos aturdidos por el ruido de fondo de la comunicación.

* La vida activa sin vida contemplativa es ciega.