Fernando-Alonso Ramírez
Periodista y abogado, con 30 años de experiencia en La Patria, donde se desempeña como editor de Noticias. Presidió el Consejo Directivo de la Fundación para la Libertad de Prensa en Colombia (Flip). Profesor universitario. Autor del libro Cogito, ergo ¡Pum!
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Hay una razón por la cual los médicos y los abogados tienen como norma no atender como pacientes o clientes a sus propios familiares. Sin embargo, los periodistas y los escritores corremos a contar las historias que comprometen nuestra propia postura cuando es evidente que hacerlo sobre casos que involucran a seres queridos, termina por afectar la narración, nuestra subjetividad se desborda.
Recuperar tu nombre es el intento del escritor y periodista Juan Álvarez de contar los excesos de la Fiscalía y las transiciones sufridas en familia por cuenta del expediente llevado contra el exsecretario de Movilidad de Bogotá, Juan Álvarez papá. Este terminó en una cárcel por cuenta del carrusel de la contratación, el mismo que llevó a prisión a los hermanos Moreno Rojas y a otros servidores públicos.
Es imposible no asociar este libro, difícil de clasificar, con El proceso, de Franz Kafka. Ahí está Josef K. padeciendo los vericuetos, la sinuosidades, las perfidia de la justicia, pero con el nombre de Álvarez y no en Hungría, sino en Colombia. Es una descripción tajante de los fallos de la política criminal de Colombia.
Pero como me pasó con Una novela criminal, el premiado libro de Jorge Volpi, me parece que la jerga burocrática o jurídica termina por empantanar la redacción. Quiere mostrar la complejidad del sistema en el relato mismo, pero termina por cansar al lector. Si me pasa a mí que tuve la fortuna de estudiar Derecho, no sé cómo lo reciban lectores a los que les va a costar desenredar la maraña judicial.
Aunque se entiende la intención que tiene el autor y trata de explicarla reiteradamente, al final el producto resulta sin un hilo conductor y esto hace que a veces se imponga la confusión. Hay una razón para ello, y de acuerdo con la explicación de Álvarez, el autor, obedece más a la forma en que se dio el proceso.
Empezó con la intención de escribir sobre un tema judicial porque acumulaba datos para contar una historia, que está esbozada pero no desarrollada lo suficientemente en el texto. El feminicidio de una compañera suya del colegio a manos de un concejal de Bogotá. La historia le fue esquiva desde el principio porque la familia de la víctima no quería saber nada de más publicidad al caso.
Sin embargo, él seguía insistiendo y buscando información para, como acostumbramos los periodistas, ver si en algún momento se abre la ventana de la publicación y no perder tiempo valioso recogiendo datos que se pudieron obtener antes. Andaba en esas cuando su padre teminó en la cárcel por una medida de detención preventiva en una de esas interpretaciones rocambolescas de la ley colombiana. En esta parte, el centro de la historia, toda una diatriba contra la Fiscalía de Néstor Humberto Martínez, lo cual lleva al autor a irse por muchos momentos en digresiones que no vienen al caso que restan en lugar de sumar a la comprensión.
Iban a ser esas dos historias, pero en el camino se sumó ese imponderable que se hizo presente en la vida de toda la humanidad en el 2020: la pandemia y entonces viene todo un recuento de lo sucedido con esta en las cárceles.
Entonces se pretende denunciar el sistema acusatorio, sus excesos, la forma en que la Fiscalía de turno opta por agravar unas conductas y centrarse en ellas o por politizar sus decisiones y al final, el afectado sigue siendo Juan Pueblo.
Una sugerencia, Juan, el escritor: tome ese episodio que me conmovió como amante de los libros que soy. El de una sala de lectura montada contra viento y marea entre las celdas por Álvarez, el presidiario y un compañero, para ayudar a brindar escapes literarios y esperanza a los internos. Allí hay implícita una novela, no una obra de no ficción. Puede ser una de esas historias que pueden dar para llenar el alma.
Empecé diciendo que los periodistas en vez de ver los conflictos de intereses frente a temas cercanos, nos metemos de lleno en ellos y nos volcamos de tal manera que afectamos seguramente la narrativa y hasta la credibilidad, pero eso pienso yo, que he caído también en ese predicamento, pero ustedes tendrán que leerlo para enterarse de otro de esos proceso judiciales inexpugnable, que aún no termina, y del que a duras penas recordamos uno que otro titular, en esta Colombia nuestra de noticias permanentes. Como una denuncia de las injusticias es válido. Mi solidaridad con esa familia y con tantas más que sufren por causa de una Justicia que se resiste a dejar su lado inquisitivo. Léanlo y #HablemosDeLibros y de la necesidad de una política criminal que piense en las personas y no en el aumento de la cárceles y de las penas.
Subrayados
* Pretendes acercarte al dolor de otros sin poder prever que la vida siempre te tendrá reservada la obligación narrativa y moral de atender tu propio sufrimiento.
* Lo invisible a la vista del mundo: código de patio.
* También somos los silencios que decidimos guardar.
* Pero me detengo. Las velas de este libro ya no puede desplegarse más.
* Hay gramáticas del dolor que se nos escapan.