“Muchos jueces son incorruptibles, nadie puede inducirlos a hacer justicia”.
Bertoit Brecht.
La corrupción en Colombia no tiene fin. Debió tener principio, pero se fue haciendo grande, incontrolable, desmedida, cínica e impune. La encontramos en todos los rincones de su geografía, hace parte de una desgracia nacional que se volvió una costumbre, que muchos aprueban y aplauden, muchos se benefician de ella y no pocos, la tienen como su valor patrimonial más importante. Nada importa, como en el tango Cambalache, escrito por Enrique Santos Discépolo: “…todo es igual, nada es peor, porque creen que el mundo fue y será una porquería…hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. ¡Todo es igual, nada es peor. Lo mismo un burro que un gran profesor!... Es un despliegue de maldad insolente…¡Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón!”.
“Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. ¡Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplaza’os ni escalafón, los inmorales nos han igualao... Sentate a un la’o, que a nadie importa si naciste honra’o! Es lo mismo el que labura noche y día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata, o el que cura, o está fuera de la ley”.
Estamos obligados a ser espectadores mudos de esos actos de circos de mala muerte, donde actúan payasos y títeres, para con el chiste y la comedia, robarse el país, sus recursos, sus valores, como si no tuvieran valor alguno. En una sociedad que se acostumbró a la repetición de actos de corrupción politiquera, en todos sus entes al más alto nivel, sin que respondan por sus desmanes y las consecuencias que tenemos por cuenta de sus actos deshonestos y camuflados, archivados en instituciones manejadas por gente sin valores y sin escrúpulos.
La demora y la manera en que la Corte Suprema de Justicia ha dilatado el nombramiento de la nueva fiscal General de la Nación, son aterradoramente vergonzosas; además de que por la intromisión de la politiquería, esa basura que se entronizo en muchos de sus miembros, han quitado la venda a la diosa de la Justicia y le han inclinado o arrebatado el fiel y también la balanza, a pedido y satisfacción de los que en realidad representan, timando a la diosa de la justicia, que ha tenido una dura lucha histórica para mantenerse en pie, desde que ella mantiene sin tomar partido las balanzas equilibradas, desde la diosa Matt personificando el equilibrio, pasando por Isis en el antiguo Egipto, hasta llegar a la diosa Themis que así lo sigue siendo hasta hoy.
Ante semejante vulgaridad de una institución creada para ser representante de la justicia, hay que señalarlos con todo el cúmulo de sus intereses y purulencias, a algunos de esos magistrados enriquecidos de la nada, esos que tendrían mucho que explicar si se someten al escrutinio público. Pero no, a ellos no les importa. Tenemos un magistrado afro que ganaría todo el mérito del mundo, si no fuera por su comportamiento ladino e interesado, ese que deja muchas dudas. Agréguele la magistrada que trabaja a pesar de su invalidez total, cometiendo el desafuero legal de ganar una pensión por esa discapacidad absoluta y otro que no puede recibir quien tiene ese antecedente, trabajando como magistrada, muy cuestionada por cierto. Eso para hablar de solo dos de los varios corruptos que se encuentran con la toga negra, impartiendo negra justicia y oscura justicia y jurisprudencia.
Por eso ante el golpe blando que ha sido orquestado y llevado a cabo de manera lenta y silenciosa, pero destructiva de la institucionalidad, al jefe de Estado le queda la posibilidad legal de no seguir negociando con ellos, cerrar el Congreso, llamar a una reforma Constitucional en la que se dignifique el valor de la justicia como un poder independiente, pero sometido al escrutinio y la sanción pública con penas severas cuando delincan o actúen contra la ley. De manera que los casi 500 mil abogados que tiene Colombia (1 por cada 100 habitantes), honren su profesión y su arte, muchos dejen de ser abogánster o inductores de diarreas persistentes que dan como incapacidad el vencimiento de términos, propongan nombres y sean escogidos los magistrados por elección popular, con un organismo no político que los investigue y sancione cuando cometan fechorías. Es hora de judicializar a los que están poniendo trabas, con todo el peso de la ley honesta. No más fiscales babosos, ni a..Mancera..dos. No más funcionarios o ciudadanos corruptos sin pagar penas altas por sus delitos.