Tenemos la esperanza casi perdida de un país mejor, más decente, más equitativo, mejor manejado, menos desangrado por los que siempre han utilizado el poder, cualquiera sea la clase de poder que tengan, para hacer toda clase de actos contrarios a la razón y al decoro humano. Pero eso no importa en un lugar en el que ser corrupto es visto como algo sin importancia, porque perdimos todos los valores y nos olvidamos de todos los principios. La corrupción no es exclusiva de los políticos, que son extremadamente corruptos. No, ella se entronizó como una actividad que produce jugosos dividendos a los que la ejecutan, seguros de que nada les pasará, nadie los investigará, no recibirán castigo, saldrán premiados con sus actuaciones al margen de la ley, el honor, la ética, la decencia y el decoro.
Pero la corrupción que vivimos es inaceptable en el aquí y en el ahora, debe recibir todo el rechazo de la comunidad, enfrentarla sin miedo y con insistencia, hasta que podamos dar una lucha que la erradique de nuestro alrededor, lleno de personas que con poder y sin tripas hacen lo que quieren en nuestra sociedad, con el miedo que producen en los que los rodean o la indiferencia de los que no están preocupados por la vida en comunidad, se aíslan pensando que a ellos no los tocará, ni saldrán lastimados cuando estén cerca a los lugares donde la corrupción actúa con furia arrasadora.
Se ha vuelto tan generalizada que se encuentra en todos los lugares, en todas las profesiones, en todas las actividades humanas, con las que tenemos que vivir el cotidiano, sin determinaciones para combatirla de frente y sin miedo, cueste lo que cueste, en procura de tener un país más equitativo y justo, más amable y decente, más digno y decidido a acabar con ese flagelo que nos ha convertido en una cloaca en el mundo entero.
Tenemos una corrupción política que es escandalosamente indecente y cínica, con caciques que se aprovechan del poder que les entregan los ciudadanos para imponer su voluntad y sus vicios, sus felonías y concupiscencias a toda una sociedad que ve perdida la esperanza en medio de tanto manilargo, de tanto hampón, de tanto ladrón, de tanto delincuente inescrupuloso manejando los destinos de sus regiones, de los municipios, los departamentos, del país entero.
Tenemos profesiones dignas con principios claramente establecidos de ética y honestidad, ejercidas por inescrupulosos que creen que sus acciones no producen daño en nuestra sociedad. Médicos que no respetan los principios elementales del ejercicio y se adentran en la actividad degradada de una profesión que ofenden y pisotean con sus valores distorsionados y enfermizos, acosadores de pacientes que son conocidos en todas las regiones, a los que no les pasa nada, solo porque la gente tiene miedo de denunciarlos y mostrar lo que es un bárbaro con preparación técnica, pero sin decencia, sin frenos, sin ética, sin moral. Llegan a ser los escogidos por las grandes compañías, en las que se encuentran como dirigentes sus amigos, que los premian como si fueran adalides, cuando no pasan de ser basura profesional, que mancha la profesión noble sin recato alguno. En Colombia son bien conocidos; en Caldas y Manizales todos saben quiénes son, pero nadie los señala, por indiferencia, complicidad o miedo.
Abogados que hacen del arte del derecho un ejercicio sucio, lleno de trampas y deshonestidad, desnudando por completo la justicia, quitándole la venda e inclinando su balanza para favorecer a los delincuentes que gozan de todos los derechos que le son negados a sus víctimas, solo porque nadie los cuestiona, los somete al escarnio público, con el que quedarían al descubierto todas sus trampas y engaños, que recibirían el repudio generalizado.
Periodistas que mienten, distorsionan la verdad y engañan a los incautos que los siguen, sin que tengan algún freno, posando con el poder de los micrófonos y la prensa sin el menor asomo de vergüenza por prostituir una profesión que debe ser en esencia trasparente y limpia.
Así pasa con la política, la medicina, el derecho, el periodismo, pero también con muchas otras profesiones en las que se entronizaron delincuentes de cuello blanco y conciencia negra, para hacer de la vida cotidiana un sanitario, un vertedero de basura, mierda y podredumbre. A esos personajes bien conocidos, hay que ponerlos en evidencia con nombres propios, para que la sociedad se “pellizque” y deje de tolerar toda la deshonra que se volvió costumbre y se “normalizó” con la indiferencia que caracteriza nuestra sociedad. Esto apenas comienza.