Caldas, con Manizales y sus otros municipios, ha sido cuna de personas del más alto valor que han dejado y siguen construyendo, con su quehacer cotidiano, obras que son dignas de todo aplauso; esas que los distinguen de todos los otros. En una vida en la que los valores han sido importancia frente a los avances tecnológicos, cada vez más entronizados en la rutina diría, sin que la gente crea que el valor más importante que tiene el ser humano es lo que lo representa como tal, lejos de lo que puedan significar actos mecánicos o actividades salidas de un mundo que se inclina reverencialmente, con buena dosis de estupidez, ante la máquina y el programa cibernético, que siendo importantes nadie lo puede negar, no podrán remplazar la escancia básica de todo lo que es único e imprescindible para ser persona.
En el campo médico tenemos buenos ejemplos de gente con estructura mental y académica superior, en medio de muchos que son una vergüenza para un arte noble, pero de los que no nos interesa hablar aquí, porque no es el objetivo de este artículo hacer una apología a la “basura” personal y médica con acosadores y delincuentes de cuello blanco que tenemos entre nosotros, esos que por desgracia, manejan o trabajan en instituciones de alto nivel en Manizales.
Cuando éramos principiantes, oíamos hablar del que era el mejor médico formado en la Universidad en Caldas. Él lo merecería, porque siempre ha sido un ser fuera de lo común que hoy presta sus servicios con dignidad y eficiencia en cirugía de tórax, en hospitales de la ciudad. Era el referente máximo que teníamos todos los que pasamos por esos lares y estudiamos ese arte, basado en ciencias, para hacerlo la fuente de nuestro trabajo.
Pero hay un médico que ha sido de bajo perfil, en mi opinión el más importante que ha dado Caldas y el más reconocido a nivel nacional y mundial, con sus múltiples escritos y sus amplios conocimientos en la materia que domina como nadie, haciéndolo el mejor de Colombia, sin duda alguna.
Hablo de Carlos Alberto Cañas, un médico con especialidad en Medicina Interna y Reumatología, experto en culebras, sus venenos y sus antídotos. Estudió en la Universidad de Caldas, donde no era conocido por la gente “importante”. Lo hizo manteniendo siempre un bajo perfil y una discreción a toda prueba. Terminados sus estudios fue a hacer rural y después de especializarse se fue a vivir a La Dorada, donde fue despreciado por sus colegas, que lo veían como una competencia insuperable. Un director del Hospital San Félix, de apellido Arboleda, que murió en un lamentable accidente con un arco que cuando limpiaba se le cerró clavándose sus extremos en su cráneo, un día lo invitó a un tinto en las casetas que había al frente del Hospital, le pidió un momento y se entró al Hospital dando la orden de que no podían dejarlo entrar. Desanimado por esa guerra infame se fue a Manizales, donde no le dieron el valor que tenía. Entonces pasó lo que nadie esperaba entre sus colegas, lo llamaron del Hospital San Vicente de Paúl, de la Fundación Santa Fe y de la Clínica Valle de Lili. Terminó escogiendo la última, donde trabaja con dedicación buena parte de su tiempo, y concentrado en la investigación, siendo el médico con mayor número de artículos escritos en revistas de importancia académica en el mundo, superando al que hoy se dedica a la farándula, Patarroyo, el mayor depredador de Micos en el mundo al utilizar 7.447 primates del género Aotus para el desarrollo de una vacuna inútil contra la malaria. 
Por gente como el Dr. Cañas, Caldas puede sentir orgullo de su escuela de Medicina. Él por supuesto merece un aplauso sentido y un reconocimiento a su nivel superior en el arte médico.

Flavio Restrepo Gómez