“Servirse de un cargo público para enriquecimiento personal resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable.” Cicerón
Cambiamos años de gobiernos déspotas y corruptos, por una opción que prometía ser la edición de una Colombia Humana. Era para cambiar todos los paradigmas sobre malos manejos de lo público, enquistados en Colombia desde siempre, con muchos gobernantes y servidores, que saben que gobernar es una oportunidad para enriquecerse ilegal e impunemente, en un país en el que violar la ley no es un degradado arte, sino que hace sentir orgullosos a muchos de los corruptos, que se roban los dinero de los contribuyentes, se enriquecen con grupos de poder, que reparten puestos entre amigos o conocidos, a cambio de adhesiones serviles o de sumisiones obligadas, por la necesidad y falta de oportunidades.
Nos mostraron en época preelectoral la unión de contrarios, para construir un movimiento multipartidista, que diera fin a esa hegemonía política que arrastrábamos desde siempre, sin que el pueblo se levantara, para dar por terminada la opereta de mala calidad que nos tenían montada, pero que empeoró con el “Frente Nacional”, esa que terminó de volverse peor y déspota. Cuando acabado ese periodo, los grupos hegemónicos de poder político, lo repartieron, hasta terminar en la antesala apocalíptica de los últimos 20 años, con Álvaro Uribe Vélez, un cuestionado personaje venido de Salgar, Antioquia, hijo de un padre que pasó de ser un vendedor de aperos entre Salgar y Supía, (“un campesino de alpargatas” dice el cínico hijo, para convertirse en un multimillonario, dueño de incontables propiedades, gracias a la herencia que le dejó otro hijo, que desapareció en el Atlántico, transportando droga, fueron innumerables propiedades en Córdoba, con helicóptero incluido).
Cada periodo de esos 20 años fue peor que el anterior, terminado en la imposición de un desconocido e improvisado presidente, remedo de abogado de la Sergio Arboleda, títere sin vergüenza alguna, que por cuenta de Juan Manuel Santos, trabajó en el Banco Interamericano de Desarrollo. El desastre de su gobierno fue de tal magnitud, que pasarán años si lo investigan con juicio, para desenredar el ovillo que dejó y poder conocer todo lo que el país perdió, robado, entregado a sus amigos, la crema agria y la nata podrida de la corrupción en Colombia.
Pero el cambio no puede darse con los clanes corruptos que hacen parte del gobierno hoy. No son pocas “las raposas” que permanecen en el actual gobierno, tienen mucho poder. Siguen haciendo lo que quieren, más sofisticado y menos notorio, con terceros que hacen los mandados, para salir ilesos, cuando por casualidad los investigan, porque los monigotes que les sirven son los que terminan pagando los platos rotos, quebrados por sus proxenetas políticos; una vergüenza maquiavélica y prostituida que se vende al mejor postor, no interesada en servir a los ciudadanos, razón de ser de la existencia de un país.
Son muchos sin duda, de los que ya hablaremos. Pero es inaceptable tener como un actor de primera a un tipo de quinta, como Mauricio Lizcano, un pelele maquillado de honesto, cuando representa lo más corrupto que ha salido de Caldas, siendo de Antioquia, y convertido en un verdadero desacierto para el manejo de lo público, cuando no tiene escrúpulos, es amoral, no tiene conciencia, cree que es un elegido por méritos, cuando no pasa de ser una versión peor que la de su padre, el tristemente célebre Oscar Tulio Lizcano, que terminó vilmente secuestrado por las Farc, delito imperdonable, porque estando castigado en la zona rural de Riosucio, cercano a Bonafón, donde tenían un campamento guerrillero, fueron obligados a desplegarse, terminando en el Caguán.
Su secuestro fue horrible, como el de todos los que lo sufrieron. Pero la verdad no es la que él dice, sabiendo que los políticos pagaban a paramilitares y guerrilleros para poder actuar sin problema. ¿Cuál fue entonces la razón de su retención inicial?
El hijo de ese malísimo político, es hoy una de las más corruptas e hipócritas representaciones en el Gobierno de Petro. Si el presidente no cambia toda esa manada de inescrupulosos y corruptos, su promesa de cambio será una verdadera catástrofe, manejada por lo peor que tenemos en la política en Colombia. Ya pondremos al desnudo a Oscar Tulio y a su hijo.