Ya comenzado el año 2024, el panorama no es alentador. Vemos cómo se han burlado muchas de las costumbres, normas y leyes que nos rigen en Colombia, esas que benefician a minorías, realizadas por personajes reconocidos públicamente por ser “los dueños del poder” en las distintas regiones de Colombia. Evidentemente lo han podido hacer de la mano de los inescrupulosos que manejan, en los altos niveles de las ramas legislativa y judicial, las decisiones que van a afectar a todos los colombianos en el presente y en el futuro, como podremos constatarlo en cada día de los próximos años, con acciones que hoy tienen evidentemente las más grotescas y execrables manifestaciones de corrupción.
¿Por qué en Colombia eso no tiene importancia y parece no dolerle a nadie? ¿Por qué en nuestro país esas acciones no tienen reparo alguno, ni son castigadas de manera ejemplarizante para que no se vuelva costumbre y se repitan a diario? ¿Por qué aquí el arte de gobernar ha sido degradado a niveles tan bajos, en los cuales se convierten en “cualidad” y dejan de ser defecto en el comportamiento de una sociedad justa, equilibrada y decente?
Cuándo como sociedad nos uniremos para oponernos a ese actuar permanente, con el cual nos derrumban todos los principios y vuelven miseria toda nuestra institucionalidad, aquí, donde la decencia no tiene importancia, ser un “vivo” que engaña y estafa con su actuación a los demás, es premiado con impunidad total y con el beneplácito de muchos que desde el silencio? se ponen de su parte y se alegran con esos comportamientos?
En Colombia tratar de ser decente y honesto, son valores de expresión cotidiana que han sido despreciados. Pero por saber que esta es la patria que le vamos a dejar a nuestros hijos, el lugar donde ellos van a vivir y donde van a poder desarrollar sus actividades y su vida, entonces tenemos que enfrentar la realidad y actuar de manera oportuna y firme para oponernos a este comportamiento delincuencial y enfermizo, característico de una sociedad que ha convertido el país colombiano, en una verdadera vergüenza institucional, con un manejo inescrupuloso, indecente y delincuencial de los recursos públicos, en una aberrante alegoría a la deshonestidad y la falta de escrúpulos, que se han vuelto costumbre, no sancionada por los organismos de control, dedicados ahora a hacer jugadas y apoteósicas manifestaciones de poder en favor de los corruptos.
Tenemos corrupción de norte a sur, de oriente a occidente; en todos los rincones de Colombia, en todos los departamentos, las capitales y los municipios. Participan de ella muchas personas que están al servicio de los entes de control y fiscalización, porque en esas instituciones los honestos son acallados con sofisticadas maniobras, que les impiden demostrar su recto comportamiento, opacado por tantos inescrupulosos y deshonestos impúdicos y cínicos, que hacen parte de ellas, contando con los particulares que se benefician de esa manera de actuar en lo público, a sabiendas de que ganarán contratos multimillonarios con los cuales podrán esquilmar al Erario y a los colombianos, que en fin de cuentas con los impuestos, pagan el funcionamiento de un Estado fallido.
Licitaciones que no cumplen los mínimos requisitos legales, en los que participa solo un proponente. Gobernadores y alcaldes sobornados y exigiendo el MPE (mi porcentaje es) que reemplazo al CVY, ya anacrónico y en desuso, para permitir que se hagan obras particulares gigantes en municipios en los cuales, siendo prioridad la entidad pública, podrán blanquear sus dineros mal habidos, salidos de ese submundo delincuencial y testaferrario que tenemos entre nosotros, aceptado como una costumbre que no tiene dolientes.
Se ordena, (con el apoyo de una magistrada muy cuestionada) en la CSJ, la libertad inmediata de Alex Char, un domingo en puente festivo. Se posesiona como edil en Cali un delincuente, Andrés Escobar, con el apoyo de lo más corrupto de la política en Colombia, el CD y la Cabal, que nunca fue investigada por sus delitos en la fiscalía. Goza de libertad en mansión doble, el delincuente Mattos, alegando problemas de salud, que no se les da a otros presos que los tienen de verdad. Alejandro Char, quiere envainar al país en cientos de millones de dólares, para unos juegos que no se pueden realizar en una ciudad que se convierte en rio desbordado con cada aguacero. Santiago Uribe lleva dos años a la espera de que un juez con pantalones le dicte sentencia, mientras su hermano encontró en Santos la solución para no ser investigado en USA.
Todo esta mierda es repetida.