Comenzamos el 2024 llenos de expectativas, sabiendo que el tiempo es nada más que la continuidad del mismo día a día, sin que en realidad la vida cambie o las actividades cotidianas se vean diferentes. Pero para nuestra cultura y nuestro mundo, el cambio de año representa un recomenzar, teniendo la esperanza de que todo será distinto y convencidos como estamos, de que el nuevo año cambia el acontecer que tenemos, con respecto al anterior, en lo personal, lo social y lo político. Tenemos la ventaja de haber dado por terminado un año que fue oscuro y negro para el mundo entero y para la sociedad en general. Ya no será como antes “Repensando El Cotidiano”. Ahora será solamente “El Cotidiano”, porque iremos contando lo que vemos en el día a día, con todas las impresiones que pueden causarnos y los cambios que vemos en el proceso de vivir la cotidianidad, sin más adornos que notarla como ella se puede ver, desde una óptica, que puede ser discutida o enfrentada, con argumentos o sin ellos, por los que leen esta página que escribo, con no más propósito que el de poner en evidencia lo que ocurre en nuestras vidas y en nuestro entorno social y cultural, desde mi visión personal.
Termina para Manizales y Caldas un período que deja todo por desear, sin evidencias de progresos o cambios culturales, ni adelantos importantes en lo social, sin renovación de las castas que nos gobiernan, sin cambios en la manera en que la gente enfrenta la situación que vive a diario sometida a las mismas políticas de siempre, que nos han mantenido en el atraso y el subdesarrollo. Se va para fortuna de la ciudad el “burromaestre”, Carlos Mario Marín, que la manejaba con total improvisación, sin políticas definidas y claras de lo que es ser la primera autoridad de una ciudad por encomienda de los electores, solo porque en su desorden mental, evidente por demás, estaba dibujado todo el descalabro que sería su administración; llena de cuestionamientos, malos manejos, improvisación y estulticia. Solo le queda como ilusión quimérica la de poder irse a vivir a Liberland, donde con seguridad podrá dar rienda suelta a sus majaderas tonterías, su profunda ignorancia en lo político y en lo social, su deteriorado concepto de lo que es el arte de gobernar, guiado por sus distorsionada pasiones y sus muy cuestionados antecedentes de vida, que para infortunio de la ciudad lo tuvieron haciendo de las suyas con las nuestras, malgastando tiempo y dinero público, para la realización de naderías, que no produjeron beneficio alguno para la ciudad.
Terminó también la Gobernación de un promesero incumplido, que no hizo nada importante para el departamento, y que deja esta tierra en las mismas o peores condiciones en que la recibió, sin obras de infraestructura importantes, sin solución alguna para las vías de comunicación, que siguen siendo en su mayoría terciarias, desconectadas de los nuevos modelos de comunicación intermunicipal o interdepartamental, que se adelantan en otros rincones de Colombia. Agregados a estos dos individuos merecedores del olvido, se unieron alcaldes, diputados y concejales que no hicieron nada por cambiar los destinos del departamento, de los municipios que gobernaron sabiendo que muchos de ellos se encuentran ocupando estos cargos sin mérito distinto al del poder de manipulación del voto, a los negocios sucios que ellos creen limpios, con los que se hacen a grandes fortunas; voto que una vez entregado les servirá para someter a los que los eligieron a más desigualdad e injusticia.
A nivel nacional no es distinto. Tenemos muchos congresistas que producen vergüenza, alcahueteados por órganos de control que no los controlan, ni los sancionan, ni les rasgan sus investiduras, que es lo que merecerían en un país digno. No. Aquí se convierten en los manipuladores de las decisiones trascendentales, que podrían iniciar cambios en nuestro comportamiento y visión como sociedad, en este país de desigualdades inaceptables, donde la brecha social es todos los días más profunda, donde la pobreza aumenta de manera exponencial y la riqueza se amasa en pocas manos que tienen la deshonra de manipular todas las decisiones de un pueblo, que podría vivir en mejores condiciones con justicia social y sin discriminaciones de clase alguna. Pero estamos llenos de polos polos, de jota pes, de mirandas y juvinaos como para esperanzarnos en una legislatura seria y juiciosa que beneficie a los colombianos y no se convierta en el juego político de los tramposos y usureros del poder. Esperemos que pasen las fiestas de comienzo de año para poder ver lo que hacen los nuevos políticos y someterlos al escrutinio público.