Me manifiesto en mi doble condición, primero como familiar de médicos: tío, hermano, primo y padre de médica, que he vivido muy cercano sus vivencias en su formación, éxitos, sufrimientos, que también han sido míos. Y también en la condición de haber sido director durante una década del centro de Industria y Construcción del Sena regional de Caldas, donde estuvo bajo mi cargo la formación de miles de estudiantes para el trabajo con el apoyo de decenas de instructores (en el SENA se denominan formadores a los docentes); Centro de Formación que lo mantuve entre los primeros puestos a nivel nacional en el Sena, corroborado por la calificación obtenida mediante indicadores objetivos de medición.
La formación en general en cualquier ámbito del conocimiento debe ser un disfrute, un goce, con responsabilidad, disciplina y conocimiento.
La formación es la transmisión del conocimiento que requiere metodología, a esto se denomina Pedagogía, en ese sentido observo una gran falencia en general y en particular en la mayoría de los docentes de pregrado y posgrados. Una cosa es saber, conocer y ser experto en su profesión y otra muy distinta es saber transmitir ese conocimiento. Eso requiere una preparación adicional que implica una formación pedagógica, además de habilidad, destreza, vocación y calidad humana.
No se puede dar un grupo de persona para formar a cualquier profesional que no cumpla con estos requisitos, así sea muy competente en su área, porque se puede dar, por ejemplo, que se dedique a demostrar su sapiencia y su superioridad en el conocimiento y extravíe por completo su misión: enseñar, transmitir su conocimiento con calidad, calidez y eficacia. Es su responsabilidad detectar incluso los alumnos que tienen dificultad en la aprehensión de ese conocimiento y tiene que conocer y usar estrategias para que se nivelen.
Un buen profesor, docente o instructor no es el que mas raje, sino el que más y mejores alumnos salgan bien preparados de su clase y, mejor aún, si salen enamorados de la materia.
Es indispensable que el sistema educativo, en todos los niveles, cuente con equipos especializados de formación pedagógica que estén acompañando y monitoreando permanentemente de forma constructiva a los docentes, no importa el tiempo que lleven dando esa clase. Que de forma autónoma inconsulta lleguen a cualquier clase de los docentes y observen el hecho fáctico de la docencia y posteriormente se reúnan con el docente para interactuar con él y reforzar las posibles falencias y plantear las acciones de complementación en la formación pedagógica del docente. Eso se llama control de calidad en la formación. Este acto tiene que ser discreto, con metodología, con el mayor respeto y conocimiento, pero firme en el caso dado que puedan tomar determinaciones fuertes cuando no se cumpla el plan de mejora.
Finalmente insto al Ministerio de Educación a comprometerse para que se retome a fondo y no se descuide la formación pedagógica a todo nivel, su monitoreo permanente y control, que se regule en lo que haga falta y se den los recursos necesarios para la eficacia de este aspecto fundamental, que es base de la Calidad de la formación y de la ética. Necesitamos profesionales para el bien, no personas con excelentes conocimientos para hacer el mal, ya que estamos construyendo sociedad.