Así tituló LA PATRIA en su edición del martes 6 de agosto de 1963, la noticia de la masacre ocurrida un día antes en la vereda La Italia, municipio de Victoria, departamento de Caldas. En efecto, en el inicio de aquella mañana, José William Ángel Aranguren, mejor conocido con el alias de “Desquite” acompañado de más de una docena de bandoleros, detuvieron varios vehículos cuyos ocupantes en su mayoría provenían de Manzanares y Marquetalia. Comenzó el calvario: conducidos hacia un pequeño cuarto de una casa al borde de la carretera, los detenidos fueron interrogados; los seleccionados pasaron luego al yugo de la tortura y del garrote en la cabeza, provocando posteriormente su muerte con machetazos y puñaladas que en el léxico de la violencia política, se conocieron como corte de franela, corte de mica y corte de la Virgen del Carmen. Cada dos minutos se mató un hombre y no hay unanimidad respecto de sus nombres, pero sí se pueden contabilizar como más de 39 las víctimas. ¿Qué llevó a Desquite a cometer, una de las más grandes masacres en Caldas? aunque son muchas las razones, puede destacarse su sed de venganza y el deseo de desquitarse de los jefes conservadores, en especial del exalcalde de Rovira (Tolima) Ovidio Hinojosa, quien, alentado por los Chulavitas, causó la muerte de su padre y otros parientes en el año 1952, cuando aquel contaba con 16 años de edad. Y cobró esa deuda, llevando a la muerte no sólo a Hinojosa, sino a su esposa y dos hijos de la pareja.
En adelante su estandarte sería la ilegalidad, la venganza y la violencia. Después de la masacre huyó por las tierras de Neira y Marulanda, hasta que el 18 de marzo de 1964, cuando contaba con 28 años, fue ubicado en el municipio de Venadillo (Tolima) buscando unas pilas para escuchar radio, lugar donde fue posteriormente asesinado en el marco del proceso de pacificación liderado por el intrépido coronel José Joaquín Matallana. Victimarios, pero también víctimas, es el perfil que acompañó a muchos de los más reconocidos bandoleros de la historia de Colombia, quienes organizados inicialmente en grupos de autodefensas resultaron abandonados, traicionados y denunciados por muchos de sus propios y soterrados benefactores económicos, políticos y militares. La historia de la violencia política en Caldas aún no se ha escrito de manera suficiente y profunda. Por eso no es de extrañar, que 60 años después de la masacre de La Italia, tal hecho haya pasado desapercibido. Por fortuna, un grupo de 40 personas asistentes a La Cátedra de Historia Regional de Manizales y Caldas, en compañía del Programa Desarrollo para la Paz del Magdalena Centro, visitaron el pasado 18 y 19 de noviembre el lugar de la tragedia y fijaron con sensibilidad absoluta una placa conmemorativa que contiene el nombre de todas las víctimas.
Sin embargo, sí llama la atención el silencio y la inacción que se percibe en el municipio de Victoria sobre esta masacre y cuyas causas será necesario indagar en bien de la memoria. El poeta nadaísta Gonzalo Arango escribió un memorable texto inspirado en la vida de este bandolero y al cual denominó “Elegía a Desquite” y en el cual manifestó entre otros aspectos, lo siguiente: “Por eso le hago esta elegía a Desquite, porque con las mismas posibilidades que yo tuve, él se habría podido llamar Gonzalo Arango, y ser un poeta con la dignidad que confiere Rimbaud a la poesía: la mano que maneja la pluma vale tanto como la que conduce el arado. Pero la vida es a veces asesina”.