Dice la famosa red popular Wikipedia, que el Reinado Internacional del Café es un concurso de belleza, creado casualmente el año en el cual la mujer pudo comenzar a ejercer su derecho al voto (1957) y en una época de necesidades sociales que permitieran distraer la mente y el cuerpo ante el fenómeno de la Violencia. En la pasada feria de Manizales, fijé mi atención a la forma como eran agendadas y mostradas las reinas candidatas al tradicional reinado logrando identificar algunos elementos comunes y a pesar de no existir abundantes investigaciones sobre los reinados y sus efectos políticos. Por antonomasia, todo reinado emula la época de la monarquía donde el pueblo se plegaba de manera obsecuente en torno a la figura omnímoda del rey y de la reina. Por eso, el Reinado Internacional del Café es el acto mas banal de la feria, convertido en una inveterada práctica de preservación de las elites burguesas de la sociedad y ahí esta precisamente la clave de su defensa. Son eventos que educan o mal educan a las comunidades donde se desarrollan, pues muestran un prototipo de mujer ideal, perfecta, muy joven, inteligente, profesional, bilingüe, recatada, simpática, filantrópica, humilde, sociable, de buenos modales, sin defectos físicos ni deformidades y eso si con una figura corporal prediseñada tipo Barbie que no corresponde con la mujer latina o colombiana. Basta con mirar el promedio de estatura de las participantes (1,74), el color de sus ojos, la piel y el cabello. El pueblo vio en las reinas que protagonizaron los principales desfiles de la feria, a un modelo de mujer a seguir; por eso las pusieron en lo alto, encaramadas y custodiadas donde se destacaran como las imágenes de los santos en Semana Santa y tras admirarlas y aplaudirlas poderles gritar ¡reina! Pero sólo se les puede ver, pues el pueblo nunca las podrá tener, son de otra clase. Recorren las calles de la ciudad cerca de la gente, pero sin detenerse, pero cuando las hacen poner vestido de baño sólo la élite podrá observarlas, medirlas y compararlas. Me pregunto, ¿para qué les miden el pecho, la cintura, las caderas y la estatura? A renglón seguido, las descalifican por tener tatuajes, glúteos o piernas flácidas, estrías y gorditos. Esa evidente cosificación de la mujer es la que ha llevado al lento desprestigio y perdida de respaldo de los reinados nacionales e internacionales de belleza que muestran precisamente lo que la mujer no es. Los reinados no fomentan la diversidad, al contrario, quieren establecer un modelo homogéneo de mujer superficial. Por eso a las reinas las educan y forman en glamour y en la continuación discreta de un manual de urbanidad tipo Carreño. Las reinas son como los políticos, buscan agradar, tiran flores, no discriminan, viven de la vida pública, cantan y bailan en público, cargan niños, visitan ancianatos y hospitales, pues tienen claro que el objetivo es ganar. Y al igual que los mismos políticos, obtenido el triunfo jamás se les vuelve a ver. En esta sociedad preponderantemente machista y patriarcal, la mujer suele ser transgredida en su naturaleza situación que no ocurre con los hombres quienes suelen ser aceptados con sus barrigas, estaturas y el paliducho color de la piel. Los reinados exacerban las diferencias bajo la falsa creencia de una integración social. Al pueblo le gusta verlas y copiarlas y a las reinas que las vean. Por eso habrá reinado para mas rato, pero cada vez más lánguido y con menos intensidad. En una próxima columna les compartiré mi experiencia con el mítico Carnaval de Riosucio.