Siete años atrás, en el estadio de los Yankees, fui testigo de cómo un Andrea Pirlo que caminaba peligrosamente por el alféizar de la jubilación, enfundando su cosplay de Chuck Norris sin ilusiones, regalaba la pelota al delantero anónimo de los Portland Timbers, la misma que segundos después se alojaría en la portería del New York City FC para el fulminante gol que causaría la derrota del equipo local. Tras aquel encuentro la MLS me pareció un remedo de liga, el cementerio de elefantes donde las grandes carreras iban a morir y en el que las leyendas de antaño se cambiaban por dinero como cromos sólo para vender camisetas a los incautos que nunca habían tenido la oportunidad de disfrutar del buen balompié.
Con mi novia volvimos a ver al New York City FC una vez más, esta vez contra el Chicago Fire, y lo que nos encontramos nos sorprendió gratamente, pues el espectáculo, contra todo pronóstico, empezó a parecerse cada vez más al deporte vistoso que solemos llamar fútbol. Dos escuadras con jugadores completamente desconocidos, pero de una superlativa condición física, múltiples tiros a puerta y un 2-2 en el minuto 95 con goles de tremenda factura nos regalaron una muy agradable tarde. Aunque todavía lejos del nivel de otros torneos que acostumbramos, creo que el desempeño de ese partido no fue peor que cualquiera de los de la liga colombiana.
Es claro que algo parece haber cambiado en la MLS desde que Estados Unidos consiguió la sede del Mundial 2026, pues hay un serio intento de profesionalización de la competición. Atrás quedó la ridícula pretensión de transformar al fútbol en otros deportes más americanos animando al público a través de las pantallas del estadio a “hacer algo de ruido” como se acostumbra en el béisbol o a gritar “¡defensa, defensa!” cuando el rival tiene el balón como normalmente se hace en el baloncesto. Aunque persisten resquicios de algunas prácticas que nos pueden parecer del todo ajenas, como rifas con boletos que se compran durante el partido y entrevistas televisadas a aficionados, están dejando al fútbol ser y eso se está notando.
El New York City FC es el mejor ejemplo de ello. Con poco más de una década de fundación, hicieron un buen trabajo al fortalecer su marca trayendo a figuras mundialistas en declive para centrarse ahora en construir una plantilla joven sin tanto renombre, pero con vistas al futuro, una estrategia que en 2021 les dio su único título hasta la fecha.
Tras haberle ganado el pulso en el corazón de los aficionados al otro equipo de la ciudad, el histórico New York Red Bulls, el New York City FC está listo para iniciar la construcción de su propio estadio en Queens, el primero de toda la MLS propiedad de un equipo y exclusivamente destinado para jugar al deporte más bonito del planeta. ¿Será todo esto suficiente para convertir a los gringos en auténticos futboleros antes del Mundial? Lo dudo, pero veremos.