Hace ya varios años, durante los vacíos ociosos de un otoño sin novedad, alcancé a considerar con preocupante seriedad la idea de hacer un viaje por carretera que zarpara de Nueva York y desembocara en Austin, Texas. Aunque con una pequeña parada técnica en Oxford, Misisipi para visitar la casa-museo de William Faulkner, el propósito de tan rocambolesca travesía por la geografía de Estados Unidos era uno sólo: estacionarme desde muy temprano frente al Harry Ransom Center de la Universidad de Texas y entrar sin invitación para pasar el día entero leyendo “En Agosto Nos Vemos”, la novela inédita de García Márquez que descansaba en sus archivos personales que dicho instituto había comprado años atrás.
Si bien por cuestiones de presupuesto esta singular empresa no consiguió despegar siquiera de la servilleta donde estaba siendo planeada, conocer el contenido de dicho relato siempre ha estado en mi lista de deseos para antes de morir y, por ello, no termino de comprender la desazón que me embargó tras el reciente anuncio de su lanzamiento al mercado en 2024. Creo sospechar que se debe a la máxima inmortal que el mismo Gabo le regaló en 2006 al diario La Vanguardia en la última entrevista de su vida y que siempre ronda mi cabeza cuando debo ponerme a escribir: “Con la práctica que tengo, podría hacer una [novela] sin más problemas: me siento ante la computadora y la saco..., pero la gente se da cuenta si no has puesto las tripas. (…) La gente debe saber que, si publico algo más, será porque valga la pena”.
Y ese es mi problema con la publicación de “En Agosto Nos Vemos”, que a lo mejor Gabo no le puso las tripas y todos nos daremos cuenta. Una angustia recurrente que se acentúa mientras me sumerjo en el listado de documentos del archivo de la Universidad de Texas, donde el acceso a las cajas con su material original está restringido hasta después que salga a la venta, pero todavía es posible acceder a la descripción detallada de lo que contienen. Entre ellas, llama la atención la carpeta 2.5-6 titulada “‘Versión final que se envió a C. Balcells.’-Texto mecanografiado con correcciones, julio 2004”, pues sólo una retractación in extremis del autor podría explicar que una novela prácticamente lista y entregada a su agente literaria finalmente nunca viera la luz.
Lo anterior no puede achacársele al ritmo de su producción literaria, pues ese mismo año publicó “Memorias de Mis Putas Tristes”, lo que revela una inapelable actividad editorial. Entonces, ¿qué pasó con “En Agosto nos Vemos”? A lo mejor, simplemente y aunque suene atrevido, Gabo sentía que ésta no tenía la calidad que se esperaba de su trabajo y decidió engavetarla hasta su muerte una década después. De ser así, y aunque, que no se me malinterprete, soy el primero que desea como el agua leer más literatura destilada de la pluma de García Márquez, hay que hacerse una pregunta impopular pero trascendental por una mera cuestión de respeto a su legado: ¿es esto lo que Gabo realmente querría?