La forma en que abordamos el suicidio en nuestras conversaciones y medios de comunicación influye en cómo comprendemos y enfrentamos esta situación. A menudo, recurrimos a cifras que, aunque necesarias para dimensionar la magnitud del problema, deben ser analizadas con sensibilidad, ya que cada número representa una vida, una historia y una serie de circunstancias que llevaron a una persona a tomar esta decisión.
Entre enero y julio de 2024 se registraron 13 suicidios en Manizales, mientras que en 2023 la cifra alcanzó los 45 casos, el número más alto desde 2015. Detrás de cada uno de estos números hay una historia que merece ser contada: vidas llenas de relaciones, sueños y luchas internas que se apagaron. Humanizar las estadísticas no solo honra la memoria de quienes ya no están, sino que también resalta la urgencia de abordar las causas profundas de esta crisis.
El suicidio, sin embargo, no ocurre en un vacío. Es un síntoma de problemas más profundos, como pueden ser la pobreza y la desigualdad. Durante 2023, un 5% de la ciudadanía manizaleña se identificó como pobre, y en el 25% expresó que la situación económica de su hogar había empeorado. Estas cifras revelan un panorama de sacrificios silenciosos que muchos individuos deben hacer para sobrevivir, sacrificios que pueden contribuir al sentimiento de desesperanza que crece a cada día al no encontrar soluciones inmediatas.
Es necesario reflexionar sobre las condiciones que permiten que estos hechos ocurran y las decisiones que tomamos como sociedad que perpetúan la desigualdad y la desesperanza. ¿Qué nos dice de nosotros mismos el hecho de que tantos hogares en nuestra ciudad enfrentan privaciones? ¿Cómo podemos trabajar para garantizar que todos tengan acceso a una vida digna, libre de la carga de la pobreza y la desesperanza? Estas son preguntas que debemos plantearnos si queremos abordar de manera efectiva las crisis y, al mismo tiempo, construir una sociedad más justa y equitativa.
La salud mental requiere un monitoreo constante. Desde las escuelas, se deben desarrollar habilidades cognitivas, emocionales y sociales que permitan proteger la salud mental de los niños y adolescentes, lo que permitirá que logren el desempeño deseado, tanto en la escuela, en la familia y en el entorno cercano. Las empresas también cumplen un papel importante con los adultos. Según la Organización Mundial de la Salud, los entornos de trabajo seguros y sanos son un derecho fundamental, que permiten minimizar la tensión y los conflictos laborales y mejorar la fidelización del personal, el rendimiento y la productividad laboral. La falta de redes de apoyo efectivas en el trabajo, organizaciones deficientes y/o entornos sociales negativos, pueden afectar la capacidad de las personas para ser eficaces y disfrutar con su trabajo, condicionar su asistencia, incluso, no permitir que logren obtener un trabajo.
En lugar de reducir a las víctimas del suicidio a meras estadísticas, debemos verlas como un reflejo de los desafíos más amplios que enfrentamos como territorio. Solo al humanizar estos números y abordar las causas profundas que los impulsan, podremos comenzar a encontrar soluciones que realmente hagan una diferencia.