Contra lo sostenido por los amigos del ‘gobierno del cambio’, las elecciones sí fueron un referendo en contra de Petro, su primer año de gobierno, sus anuncios y las muy impopulares reformas. Si el resultado hubiera sido distinto, estarían diciendo seguramente que el pueblo se había pronunciado a favor de las reformas, que la calle había hablado, que el Congreso no podía desatender este clarísimo mensaje popular. Por mínima coherencia, deberían autoaplicarse estas mismas conclusiones.
Pero no. Lo que han hecho es salir a cobrar lo incobrable, a convencernos de que el resultado fue un triunfo para el Pacto Histórico y sus aliados. Pero esto no se lo creen ni ellos. Asegura el Gobierno que resultaron triunfadores en 9 gobernaciones, cuando la inocultable verdad es que obtuvieren solo una, la de Nariño, en donde, para ser claros, perdieron cerca de la mitad de los votos obtenidos en las últimas elecciones. Tampoco es verdad que ganaran en el Cauca, donde Petro tenía el 79 % de favorabilidad y su candidato escasamente obtuvo un 20 % de apoyo. Pero lo peor vendría en Bogotá, la ciudad que eligió a Petro presidente, y donde el apoyo pasó del 59 % a tan solo el 18 %.
Palizas similares recibieron en todas las ciudades capitales donde resultaron ganadores los candidatos de coaliciones, todos con discurso antigobierno. Todos supieron leer la frustración ciudadana y montaron sus discursos y propuestas para atraer a esos electores.
En el caso de Bogotá con Galán, nadie quiso arriesgarse a una segunda vuelta. Los galanistas y los que no lo eran votaron rabiosa y masivamente en contra del Gobierno nacional y también del local. Debo confesar que, como a muchos, me sorprendió el apoyo al candidato Oviedo, que logró resistir a semejante tsunami. Celebro que sea él y no Bolívar quien asuma la curul en el Concejo.
Lo de Bogotá se extendió por toda la geografía nacional. Fico en Medellín se creció en el rechazo a la dupla Quintero-Petro, Eder en Cali cabalgó sobre el desastre del cuatrienio del peor alcalde que haya conocido esa ciudad, lo mismo ocurrió en Bucaramanga con Beltrán y Cárdenas, en Cartagena con Dumek y la incompetencia de Dau y en Manizales con Rojas y Marín, en Tunja con el profesor Krasnov y Fúneme. Y, claro, en Popayán, Cúcuta y Florencia, donde los alcaldes del partido ‘verde’ también fueron derrotados. Lo mismo sucedió en Arauca y Armenia y en las ciudades intermedias como Soacha, Buenaventura y Sogamoso. Mejor dicho, en todas partes, incluyendo a Ciénaga de Oro y a Zipaquirá, tierras donde nació y se educó el presidente Petro.
Cómo dudar, entonces, de que este debate se convirtió en un referéndum sobre la gestión del Gobierno. Imposible. Es más, pude evidenciar que muchos parlamentarios que posan en los pasillos del Palacio de Nariño como petristas, en las regiones son los más furibundos contradictores del Gobierno.
El Presidente señaló el 29 de octubre que “los colombianos se expresaron”. Qué gran verdad. Expresaron su descontento con un gobierno que ha paralizado al país, que lo ha vuelto inseguro en lo rural y lo urbano, que lo ha sumido en la incertidumbre, que lo ha polarizado, que ha incumplido todas y cada una de sus promesas y que ha dado muestras de su total incompetencia. Sí, en contra de todo esto fue que se expresaron los colombianos. No nos equivoquemos.
¿Vendrán represalias contra los mandatarios locales frenando las inversiones y el flujo de recursos a las regiones? Ojalá no vaya a ocurrir esto, porque aparte de terminar de paralizar al país, graduarán de enemigos a todos los nuevos mandatarios con consecuencias impredecibles en lo que resta del gobierno.
Reiniciada la legislatura, esperemos que los partidos también hayan escuchado a sus seguidores en las urnas y no se vuelquen a votar a pupitrazo las reformas como me temo puede ocurrir.
Todos los contradictores del Gobierno resultamos ganadores en este selva de avales, coavales y adhesiones porque muy pocos de los elegidos lo hubieran logrado sin el apoyo y concurso de quienes antepusimos los intereses nacionales a los propios partidistas y respaldamos a quienes se perfilaban como favoritos, con la condición de que levantaran su voz de descontento y evitaran alianzas con el Pacto Histórico. Así ocurrió. Los resultados están ahí, aun cuando los que todo lo perdieron se sientan triunfadores.