Cómo no recordar a estas alturas del año y de la legislatura la situación que vivimos en julio de 2022 frente a la agenda de reformas anunciada por el Gobierno, justo antes de posesionarse y con toda la fuerza y su capital político intacto. Unas mayorías avasalladoras consolidadas a punta de acuerdos burocráticos y promesas de una amplia participación. Un partido de gobierno convertido en la primaria fuerza política a, la que se sumaron liberales, conservadores, ‘la U’ y los ‘verdes’ al declararse partidos de gobierno, asegurando el control del legislativo en una y otra Cámara.
Como era de esperarse, el 20 de julio eligieron presidentes de Senado y Cámara de sus propias tropas y de todas las comisiones constitucionales. Luego vinieron los preocupantes anuncios: reforma tributaria, pensional, de salud, laboral, de sometimiento, de descongestión carcelaria, de legalización de la marihuana recreativa, jurisdicción agraria, de educación, de servicios públicos, y también la reforma política, una caja negra en la cual se llegó, incluso, a especular sobre una posible reelección presidencial.
Desde un principio los medios de comunicación, la academia, los gremios y un grupo de parlamentarios, por entonces muy reducido, visibilizó lo inconveniente y atropellado de todas estas iniciativas. Pero fue tal el triunfalismo, el total desprecio por las minorías, la arrogancia del Gobierno y su bancada, que fueron incapaces de explicar y convencer al país de los objetivos y las bondades de los proyectos.
Y el paso del tiempo, que es inexorable, se ha convertido en el principal enemigo de los cambios pretendidos. Hoy, un año y medio después de iniciado el periodo del actual Congreso, resulta muy tranquilizador y conveniente apreciar cómo se ha ido desmoronando ese capital político, lo cual, debo confesar, jamás había yo visto con semejante anticipación.
Como sabemos, la legislatura del próximo semestre es corta y a partir del 20 de julio de 2024 toda la conducción del Congreso estará en manos independientes, aunque no se puede descartar que se logre consolidar una coalición mayoritaria en contra del Gobierno.
Para fortuna del país, con excepción de la nefasta reforma tributaria aprobada en noviembre de 2022 y que se cae a pedazos en la Corte Constitucional, del Plan de Desarrollo –pendiente de numerosas demandas– y del costoso e innecesario Ministerio de la Igualdad, a estas alturas la mayoría de las más dañinas e inconvenientes iniciativas no se han convertido en leyes.
Hagamos, a manera de aguinaldo navideño, el siguiente balance: nos salvamos de la reforma laboral; la de la salud fue la responsable de bloquear toda la agenda para conseguir una aprobación a pupitrazo en Cámara, faltando su paso por el Senado; la pensional, solo tramitada en uno de sus cuatro debates; la de sometimiento o desmantelamiento de bandas criminales, archivada, al igual que la de derechos humanos. Tampoco hizo tránsito la de política penitenciaria y descongestión, que fomentaba la impunidad y ponía en la calle a miles de peligrosos delincuentes.
En buen momento se retiró, en medio de las más vergonzosas recriminaciones entre Gobierno y ponentes y mesas directivas, la reforma política, que buscaba alinear en un solo partido a las bancadas de gobierno y socavar a los partidos de oposición. Tampoco pasaron la controvertida agencia de seguridad digital ni la ley estatutaria de educación, ni la de víctimas, ni la que modifica el impuesto predial ni la agraria, que no hizo tránsito en la Cámara. A todo esto, habría que sumar otras que ni siquiera se presentaron, como la cacareada de los servicios públicos y muchas más que se quedaron en anuncios y amenazas.
Salimos bien librados como país y cómo sociedad, y mi experiencia personal me dice que en materia de leyes el primer año es del Gobierno, que no lo fue. El segundo, las fuerzas entre Gobierno y Congreso se nivelan, lo cual está ocurriendo con saldo hasta ahora negativo para el primero. El tercero, la agenda la marca el Congreso, y en el cuarto lo que importa son las elecciones. Guardo la esperanza y haremos todo lo posible para que esta situación se prolongue y termine este gobierno haciendo el menor daño posible.
Mi reconocimiento a las fuerzas de oposición y a quienes aun siendo parte de la coalición de Gobierno evitaron lo que hubiera podido ser una completa debacle.