La coyuntura económica nos confirma cuán equivocado estaba el Gobierno de Petro y en especial el ministro Ocampo al presentar y conseguir aprobar la reforma tributaria de 2022. Se les advirtió hasta la saciedad que el país se encontraba al borde de una recesión y que, además, el conjunto de anuncios de otras reformas estaba generando un ambiente de incertidumbre que hacía aconsejable no presionar más sobre la tributación.
En dos ocasiones tuve la oportunidad de reunirme con José Antonio Ocampo. Le recordé que la reforma por nosotros concertada en 2021 fue la que proyectaba mayor recaudo en la historia del país, como en efecto ocurrió, y que resultaba muy peligroso quitarle más impulso a la economía. Además, le advertí sobre la evidente inconstitucionalidad de muchas de sus propuestas, como poco a poco lo ha confirmado la Corte Constitucional. A todo, oídos sordos.
Le advertí, por ejemplo, que revivir el muy antitécnico y confiscatorio impuesto al patrimonio, ahora con el carácter de permanente, solo ocasionaría que miles y miles de colombianos siguieran trasladando su residencia fiscal al exterior, como en efecto ocurrió. Gran equivocación haber revivido ese impuesto, con tasas hasta el 1,5% anual, después de que el gobierno de Duque lo había eliminado. Para muchas personas naturales que en el año 2023 no tuvieron utilidad, un impuesto del 1,5% sobre el patrimonio equivale a una confiscación de este.
Aún en años de normalidad económica hay patrimonios que tienen baja rentabilidad, como es el caso de los predios agrícolas, que al someterlos al impuesto sobre la renta, al impuesto predial y al impuesto al patrimonio se ven afectados con una tributación que supera la rentabilidad que se obtiene de su explotación. Se les propuso no revivir dicho impuesto y más bien aumentar un punto el impuesto en renta, que representaba un recaudo adicional de 1.8 billones. Por supuesto, tampoco se nos escuchó.
Se equivocó también el ministro cuando eliminó la deducibilidad de las regalías que pagan las empresas que explotan recursos naturales no renovables (carbón y petróleo). Esta propuesta es lo que yo he llamado el impuesto al mensajero, que consiste en cobrarle al mensajero el 35% del valor del cheque de nómina del jefe, por el simple hecho de llevarlo. En el caso del sector petrolero, lo que se pretendía era que las empresas petroleras tributaran un 35% sobre los ingresos por regalías que le corresponden a la Nación.
Se equivocó, además, cuando eliminó el descuento en el impuesto de renta del 100% del ICA pagado por las empresas, lo que generó una elevación de la tributación de los contribuyentes con bajo margen de rentabilidad y alta rotación, que normalmente son las empresas que producen y distribuyen bienes de consumo popular. A ello se sumó el impuesto –cercano al 20%– a las bebidas azucaradas y a los alimentos ultraprocesados, restringiendo el consumo popular de estos bienes.
Se equivocó cuando introdujo en Colombia una norma que establecía una tasa de tributación mínima del 15% sobre las utilidades comerciales de las empresas, siguiendo una recomendación de la Ocde, norma que no ha sido introducida aún por ningún país y que no ha hecho más que generar múltiples tributaciones sobre las diferencias temporales que se presentan entre la contabilidad y la declaración de renta.
Con tan solo un año de vigencia de esta nefasta reforma, el crecimiento económico se desplomó y también los ingresos fiscales presupuestados, lo que ha conducido al insuficiente recorte anunciado por el Minhacienda de $20 billones, que debería más bien rondar los $50 billones. Me temo que en el segundo semestre de 2024, cuando las cifras de recaudo se sigan alejando del Plan, tendrá lugar el quiebre de la regla fiscal que ya el Gobierno trata de ambientar.
Con inusitada frecuencia vemos al exministro Ocampo defendiendo su reforma y tratando de explicar con el mayor cinismo el desmadre económico al que nos condujo. Difícil será olvidar su paso por el Gobierno, y menos su contribución a la elección de Petro. Mientras todo esto sucede, el exdirector de la DIAN, que se hacía llamar en las redes sociales ‘Mr. Taxes’, y que tenía a su cargo el recaudo tributario de la Nación, en premio por su gestión, ahora es ascendido a ministro de Comercio. Imagino que ahora se hará llamar Mr. Déficit.