En la Cumbre del Clima que se celebró este diciembre en Dubái, aunque hubo dificultades para llegar a un acuerdo sobre el fin de los combustibles fósiles, la clave estuvo en flexibilizar las metas en la reducción de las emisiones soportados en la buena fe de los países, según se desprende de la declaratoria presentada al cerrar la COP28 que debió extenderse un día más para poder incluir un acuerdo histórico sobre la eliminación gradual de dichos energéticos, al firmarse el acuerdo alcanzado por 200 países que se han comprometido a ajustar de forma diferencial la velocidad de los procesos requeridos para satisfacer el objetivo de 1,5 grados centígrados como límite del calentamiento global.
Como referente el Acuerdo de París (2015) y que entró en vigor desde 2016, representa un paso significativo en los esfuerzos globales para abordar la urgente amenaza del cambio climático reduciendo las emisiones un 45% al 2030. Allí, al comprometerse a limitar el calentamiento global muy por debajo de 2 grados Celsius respecto de los niveles preindustriales y a perseguir esfuerzos para alcanzar el cero neto hacia 2050, las naciones del mundo han reconocido la necesidad de hacer la transición energética hacia un futuro bajo en carbono que garantice la habitabilidad del planeta.
Al respecto, cuando se presentó en Dubái el borrador inicial del Balance Global señalando qué hacer con las energías fósiles, dado que este instrumento previo del cual se desprenden los planes nacionales y contribuciones de acción climática, fue visto positivamente por el Presidente de COP28 pero no por la Unión Europea que lo encontró inaceptable, entonces el Secretario General de la ONU, António Guterres, debió mediar para resolver las divergencias instando a líderes de gobiernos, negocios, ONG y sociedad civil a alcanzar un consenso aceptando una fórmula diferencial como estrategia para lograr el éxito de la COP28.
Aunque el debate en el emirato de Dubái giró en torno a si había que “reducir” o “eliminar” progresivamente el uso del petróleo, el gas y el carbón, y sobre el carácter vinculante o no de las medidas propuestas, para los expertos el asunto no debió ser el de una simple opción sino un compromiso real, ya que las actuales tasas de emisiones de gases de efecto invernadero permiten pronosticar que, si al 2030 los compromisos de reducciones propuestos en Dubái sólo representarán una tercera parte del sacrificio necesario, al 2050 tampoco se alcanzaría la meta deseada, máxime ahora que el cambio climático se está acelerando.
Entonces si hasta ahora la estrategia consiste en triplicar las energías renovables y duplicar la eficiencia energética, pero centrándose en la producción y consumo de combustibles fósiles por tratarse de una de las causas fundamentales de la actual crisis climática, también el Acuerdo de Paris había establecido no sólo la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, sino también la implementación de estrategias para ayudar a las comunidades a hacer frente a los impactos del cambio climático, y provisional de apoyo financiero a los países en desarrollo para abordar la problemática.
Siendo así, esta COP de 2023 debió abordar las necesidades de los países en desarrollo que dependen en gran medida de la producción de combustibles fósiles, para construir un consenso sobre la necesidad de eliminar los citados insumos al igual que avanzar en la transición energética, teniendo en cuenta las circunstancias nacionales en el principio de responsabilidades comunes para poder trazar metas con cronogramas y objetivos diferenciados según las capacidades de cada país, haciendo viable un programa que debe resultar coherente con el objetivo global de 1,5 grados y sin sacrificar el propósito de cero emisiones netas al año 2050.
Finalmente, frente a la pregunta, ¿entrega la COP 28 una acción decisiva y un plan creíble? La respuesta es que sí bien no se acordó una eliminación gradual, si se pudieron concretar soluciones con el enfoque diferencial aceptando en esta cumbre abogar por una transición hacia un sector energético limpio de emisiones, sin lo cual no parece posible que el planeta quede libre de combustibles fósiles mucho antes de 2050, como objetivo que obliga a reconvertir la matriz energética de modo oportuno sin continuar aplazando las decisiones que impiden diseñar e implementar un plan claro.