El Ruiz o Cumanday, ubicado en la margen Sur de la Mesa de Herveo y a quien le debemos paramos, fértiles suelos, agua y paisaje, es un estratovolcán de medio millón de años dotado de dos cráteres secundarios: la Olleta con 80 mil años y la Piraña con 150 mil años, alineados con el cráter Arenas de 800 m de diámetro y 275 m de profundo. Su cumbre nevada llega a los 5330 m de altitud al erigirse 2500 m sobre un basamento de 15-20 km de diámetro emplazado sobre el cinturón paleozoico de la Cordillera Central, después de complejos y dramáticos procesos geológicos de construcción y destrucción del relieve local y regional, en virtud de un vulcanismo de área que se remonta a 1,8 millones de años, donde las estructuras vulcanogénicas que conforman el segmento volcánico más septentrional de los Andes, incluyen volcanes como Tolima, Cerro Bravo y Machín.
El Observatorio Vulcanológico de Manizales (OVM), adscrito al SGC que desde 2022 registraba anomalías térmicas persistentes en el cráter Arenas del volcán, al observar desde el pasado 24 de marzo una crisis de la sismicidad asociada a fracturamiento de rocas que se da a distancias de 4-5 km al suroeste del cráter con profundidades de 2-4 km, donde el número diario de sismos crecía desde 100 hasta 200 respecto al promedio, tras 10 años de alerta amarilla cambió el nivel a naranja desde marzo 30, e informó en abril de enjambre telúricos y sismos de magnitudes entre de 2 y 3 cuyos focos migran hacia el cráter Arenas.
Mientras en el semáforo el nivel de alerta amarilla significa que debemos estar en guardia y bien informados sobre la evolución del fenómeno volcánico, además de las señales que entrega el Ruiz, con su actividad fumarólica y la ocurrencia de eventos de hasta 3,9 de magnitud que supera cualquiera de los registrados desde 1985 en el volcán, con la alerta naranja se informa de un riesgo importante, donde lo sensato es acoger las recomendaciones y seguir las indicaciones oficiales que se den, diferenciadas espacialmente por cada sector y para cada evento probable que se consigne en el mapa oficial de amenazas, previendo con lo anterior una erupción en días o semanas, y que de producirse toda vez que la inestabilidad no siempre prospera, se anuncia con una alerta roja sólo en el momento en que el evento sea inminente o se encuentre en curso.
La columna de vapor visible desde Manizales es signo claro de actividad volcánica y muestra que el cráter, obstruido por un domo de magma extruido en 2020, está parcialmente abierto por ahora, pues un eventual taponamiento del cráter resultaría fatal). Los Comités de Emergencia del área de influencia del volcán han implementado medidas y también el gobierno nacional ha ordenado la evacuación de 2.500 familias de las zonas vecinas en amenaza alta, para que no se repita una tragedia comparable a la de 1985 cuando los lahares (flujos de lodo) arrasaron Armero y algunos asentamientos en las riberas del río Chinchiná, cobrando 25 mil vidas en ambos escenarios, amparadas dichas medidas en la normatividad que rige el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres de Colombia creado a partir de la Ley 1523 de 2012.
¿Y qué podría ocurrir? El riesgo es real, así el momento del paroxismo no se pueda predecir sino pronosticar, aunque entre las erupciones históricas la de  1985 por los lahares generados resulta menor a las de 1595 y 1845, lo sensato es esperar una erupción como la de 1595 que según Cieza de León y Fray Pedro Simón dejó en Cartago un palmo de ceniza por días hasta que la lluvia lavó los potreros. Igualmente, si el Ruiz por fortuna, menos explosivo que Cerro Bravo y el Machín caracterizados por generar enormes nubes ardientes, es un volcán de columna eruptiva vertical y no de colapso, la amenaza ahora se traduciría en pequeñas nubes ardientes de segundo orden con algunos km de alcance, además de lahares como los de 1985 o mayores, lluvias y tormentas eléctricas pertinaces, y mayor caída de ceniza transportada por los vientos que, influenciados por la zona de confluencia intertropical, tras el equinoccio irían al Norte.