Según el Centro de Investigaciones Meteorológicas y Climáticas de la Universidad de Campinas, en el bioma amazónico donde las actividades humanas han degradado más de una tercera parte en dos décadas, ya no se trata solamente de prevenir la deforestación, sino también la degradación que carcome el estratégico ecosistema considerado el “pulmón verde” de la Tierra, ya que en los países amazónicos a la extracción de madera que se concentra en Brasil con el 52%, y le siguen Ecuador, Perú y Bolivia que suman el 31%, también contribuyen incendios forestales, sequías extremas y el efecto de borde en áreas adyacentes a las zonas deforestadas.
Si en los últimos 30 años la tasa de carbono capturado por el gran bosque tropical sudamericano ha caído cerca del 30%, de continuarse con dicho patrón antes del 2040 la Amazonía podría estar emitiendo más dióxido de carbono -CO2- del que se absorbe. Como referente: con las emisiones de CO2 y gases de efecto invernadero resultantes de la pérdida gradual de vegetación en la selva amazónica, el nivel de carbono no capturado ya se sitúa entre 50 y 200 millones de toneladas anuales, equivalentes al impacto de la deforestación según los investigadores de la Amazonía.
Ante dicho panorama, si bien la meta de deforestación cero para el 2030 mencionada en el Foro Económico Mundial de Davos por el gobierno brasilero en 2023, es importante para la agenda ambiental global, no es suficiente ni es una meta optimista: según los especialistas habrá que reajustar las políticas incorporando acciones para la conservación de la Amazonía, que incluyan la mitigación de la degradación con el monitoreo forestal mediante un sistema satelital y la instalación de dispositivos en el bosque para detectar la tala selectiva.
Ahora, aunque Venezuela, Colombia, Surinam y Guyana sólo participan en conjunto con el 17% en extracción de madera, en el caso colombiano preocupa la creciente deforestación en los Parques Nacionales de la Amazonía durante el último lustro, al pasar de 7.500 hectáreas (ha) en 2016 a 8.000 ha en 2021, estando a la cabeza Tinigua, La Macarena y Chiribiquete, y en menor grado Los Picachos y Nukak. De acuerdo con la información del Ministerio de Ambiente en Colombia durante las últimas dos décadas, se han deforestado 3,1 millones de hectáreas de bosque, siendo la Amazonia colombiana el sector más afectado con 1,8 millones de ha.
Si la deforestación de la Amazonía brasileña con Bolsonaro se disparó creciendo en promedio 75,5% cada año entre 2019 y 2022, y sólo en junio de 2022 se registró la destrucción de 1.120 km2 de vegetación nativa, y también los incendios forestales con 2.562 eventos durante el mismo mes, acentuaron la magnitud de esa tragedia que entre agosto de 2021 y julio de 2022 cobró 11.500 km2, por fortuna el nuevo gobierno de Lula da Silva promete alcanzar al año 2030 la meta de cero deforestación, máxime cuando en 2021 la región emitió más CO2 del que absorbe la mayor selva del planeta.
Aunque igualmente Colombia se comprometió en Glasgow 2022 a acabar con la deforestación para el 2030, sabiendo que en Chiribiquete las motosierras actualmente arrasan 6,1 ha de bosque cada día, ¿se logrará la meta cuando el PND sólo le apuesta a reducir el 20% de la deforestación? Allí, entre septiembre y octubre inicia la caída de árboles que permanecen en la selva al sol hasta enero y febrero que les prenden fuego, según lo registran los satélites SkySat diseñados para el monitoreo ambiental del planeta, cuando se observa arder el corazón de la selva amazónica.
Finalmente, si entre abril de 2021 y octubre del 2022 la plataforma Global Forest Watch lanzó más de dos millones de alertas de posible deforestación de bosque con propósitos de ganadería, 30.800 ha en el Guaviare y 52.200 ha en Caquetá: los dos departamentos sobre los cuales descansa Chiribiquete, entonces, además de implementar herramientas con los Ministerios de Agricultura y Ambiente para rastrear y controlar la ganadería y evitar que se esté provocando deforestación, sobre todo en Guaviare, Caquetá y Meta, urge un sello de carne libre de deforestación, que eliminaría más del 70 % de la degradación en Chiribiquete y la Amazonía.